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La Galerna

·16 March 2025

Las infamias de José María García

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Buenas noches, y… saludos cordiales. Así es como iniciaba cada noche su programa el periodista José María García, referente de la radio deportiva española durante décadas, exactamente desde finales de los años 60 del siglo XX hasta 2002, año en el que hizo su último programa y desapareció de la antena para siempre. Voy a intentar contar, para los más jóvenes y a grandes rasgos, el papel de este personaje en la sociedad española y su influencia en el entramando deportivo patrio de la época.

García era un semidiós de la comunicación. Todo el mundo quería entrar en su programa. García podía tanto impulsar tu carrera como destrozarla, tal era la influencia del elemento que ponía presidentes (véase Jesús Gil), “designaba” seleccionadores (véase Javier Clemente), decidía que un jugador nunca más vestiría la elástica nacional (véase la Quinta de El Buitre) o inducía a los poderes políticos a dictar una norma para cargarse a un presidente federativo por inquina personal (véase el Decreto AntiPorta). García tenía tanto poder que descolgaba el teléfono y se ponía cualquier autoridad española, por importante que fuera, desde el presidente de un club hasta el mismísimo Rey de España.


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Basaba su discurso y su programa en las fobias y las filias que tenía en un momento determinado con este o aquel personaje. Sin tapujos, insultando fieramente al que se salía del carril o aupando a los cielos al fiel y leal escudero, importándole muy poco su pasado delictivo. Eso le daba igual. Mientras García tuviera las exclusivas más jugosas, hacía el caldo gordo a quien fuese, justificando y olvidando los desmanes y atrocidades que pudiera haber cometido en el pasado.

García era la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Como diría el abuelo de Javi, era “el padre caldito”, porque siempre estaba en todas. Lo mismo cubría las manifestaciones de la Plaza de las Tres Culturas de México durante la celebración de los JJOO de 1968 (engañando, según sus propias palabras, nada más y nada menos que a Oriana Fallaci) que cogía su unidad móvil y se plantaba en la puerta del Congreso de los Diputados en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, a saber más de política que los políticos. Vamos, que parece que el golpe se paró porque García estaba allí para cantar y contar lo sucedido.

García revolucionó las retransmisiones ciclistas introduciendo la figura del helicóptero (algo que ahora es tan habitual) y las unidades móviles en los coches de los directores de equipo, tejiendo una tela de araña de tal suerte que en todo momento de la carrera García estaba al tanto de lo que pasaba en cualquier punto de la famosa caravana multicolor que cruzaba las carreteras españolas dando espectáculo e ilusión a los espectadores. Pero si un equipo o un director deportivo se salía de madre para su concepto y no le daba bola, le hacía el boicot más absoluto. Fíjense, el gran Perico Delgado, uno de los mejores ciclistas de la historia, que era capaz de levantar de los asientos a los telespectadores (lo digo por experiencia propia), ganó el Tour de Francia en 1988, convirtiéndose en el tercer español, tras Federico Martín Bahamontes y Luis Ocaña, en conseguirlo. Pues bien, como partió peras con José Miguel Echevarri, director deportivo del equipo Reynolds, patrocinado por la empresa del mismo nombre de papel de aluminio, se tiró toda la carrera, la finalización de la misma y la celebración del acontecimiento  nacional llamando a la escuadra “el equipo de Navarra” y haciendo que todos sus colaboradores hicieran lo mismo, para evitar dar publicidad a la marca comercial que ponía los dineros para que Perico, nuestro Perico, pudiera ganar en Paris. Así se las gastaba el personaje.

García era el hacedor y muñidor de las ojeras mañaneras de millones de españoles, que se pegaban al transistor (olvídense de podcast, internet ni gaitas, o grababas el programa en cinta de cassette o lo escuchabas en directo, no había más opciones) todas las noches para escuchar los exabruptos que soltaba de tal o cual dirigente, entrenador o jugador, y las mieles que brindaba a cualquiera de sus más fieles elementos. García siempre tenía que tener razón. García podía echar una bronca cruel a un compañero en antena (ahora sería delito) o jurar odio eterno a un árbitro, presidente, entrenador o jugador que le llevara la contraria.

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Tanta era la influencia de García en el entramado de la sociedad española que el Tribunal Supremo le condenó a una pena de prisión (eso si, pequeña) por proferir insultos e improperios a un dirigente, y se armó la mundial para que el muchacho no pisara la cárcel. Manifestaciones de periodistas defendiendo una mal llamada libertad de expresión, entrevistas al Presidente del Gobierno (sí, al Presidente del Gobierno nada menos) preguntándole si le iban a dar el indulto, y otros movimientos en las más altas esferas del Estado. Efectivamente, al final, el Gobierno indultó a García con la conmutación de la pena privativa de libertad por una fuerte multa.

García presume de ser amigo de José María Aznar y de haber salvado el culete al Partido Popular en más de una ocasión, pero lo que no dice es que en 1986, cuando en España se iba a celebrar el referéndum para decidir la permanencia o no de nuestro país en la OTAN, García se presentó en un programa de entrevistas que llevaba la no menos famosa periodista Mercedes Milá para defender el Si en el plebiscito, o sea, para defender los argumentos del PSOE y del Gobierno del después odiado Felipe González. Les puedo asegurar que esa aparición no fue espontánea, no fue sorpresiva, no fue inesperada. Es más, les puedo asegurar que esa aparición fue programada. ¿Las razones? No estoy autorizado a contarlas ahora, pero las conozco porque lo viví de primera mano. En una palabra, García puede vender su alma al diablo para obtener el beneficio que considera oportuno.

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Después de dejar los micrófonos, García se dedicó a sus empresas, a sus negocios. No olvidemos que, en la radio, ganó mucho dinero, mucho más del que podamos imaginar. Miles de millones de pesetas de la época. Además, García es el dueño del equipo de fútbol sala Movistar Inter y es habitual en el pabellón Jorge Garbajosa de Torrejón de Ardoz (Madrid) en el palco, en una esquina, junto al director deportivo y de la escuelas, algún amigo o algún que otro técnico. Él no es el presidente del club, cosa que deja a Jose Manuel Saorín, hijo del que fue su fiel amigo Manolo Saorín. García ha hecho mucho y mucho bien por el fútbol sala español, convirtiéndolo con su impulso en una de las potencias más importantes de este deporte en el mundo. Al César, lo que es del César. También es sabido que si el Real Madrid no tiene sección de fútbol sala es, precisamente y entre otras razones, por el odio que García tiene a Florentino Pérez. De hecho, hubo un tiempo en el que se oía que el Atlético de Madrid podía comprar la franquicia.

El actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, cortó el grifo al periodista y nunca permitió que éste manejara nada dentro del club. De ahí viene la rabia, el odio y la guerra que este periodista caduco y trasnochado saca a la luz cuando alguien le pone un micrófono delante

García era (y supongo que seguirá siendo, porque eso es ínsito a la meninge humana) madridista de corazón. Me acuerdo de ir al estadio con mi amigo Javi en nuestros tiempos de la mili, y verle en las antiguas localidades de balconcillo (¿se acuerdan?) Con sus hijos en el fútbol, como un aficionado más, como un padre más. Pero García siempre tuvo una espinita clavada en su ser. García nunca pudo manejar al Real Madrid ni a sus presidentes.

Santiago Bernabéu no le podía tragar. Decía barbaridades del periodista por sus intentos de entrar en el vestuario y en los entresijos de la entidad a manejar los hilos, a poner y quitar entrenadores, a rescindir contratos o fichar jugadores afines a su causa. El Real Madrid nunca lo permitió. Quizás algo en la época de Ramón Mendoza, pero aquello acabó pronto cuando el prócer madridista se dio cuenta de las verdaderas intenciones del asturiano nacido en Madrid, como él mismo se gusta llamar. El actual presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, cortó el grifo al periodista y nunca permitió que éste manejara nada dentro del club. De ahí viene la rabia, el odio y la guerra que este periodista caduco y trasnochado saca a la luz cuando alguien le pone un micrófono delante.

Los que eran enemigos irreconciliables, que llegaron a sacar los trapos sucios personales del otro en antena durante años, los que se odiaban a muerte, ahora se juntan delante de un micrófono para que el ínclito de García diga con toda su jeta que “La antesala de Negreira, el invento de Negreira, es del Real Madrid”

Todo este ladrillo viene a cuento de una entrevista que el también caduco y trasnochado José Ramón de la Morena, colchonero de pro y que ahora se ha metido a hacer podcasts, ha hecho a García. Los que eran enemigos irreconciliables, que llegaron a sacar los trapos sucios personales del otro en antena durante años, los que se odiaban a muerte, ahora se juntan delante de un micrófono para que el ínclito de García diga con toda su jeta que “La antesala de Negreira, el invento de Negreira, es del Real Madrid”. También se ha despachado con la infamia de que Antonio Calderón, Gerente del club durante muchos años con D. Santiago Bernabéu y D. Luis de Carlos, era “el tío que mandaba en los árbitros de España”. Una mentira como un templo. Un bulo del que los protagonistas no se pueden defender porque han muerto hace años, una falacia digna del chupótero y correveidile de “Pepe, Pepito, Pepete García”. Pues nada, difama que algo queda.

Alimenta el bulo y la mentira de que al Madrid le favorecen los árbitros desde tiempo inmemorial para que el relato, del que él es uno de sus más firmes impulsores desde el odio y el rencor, siga en pie, de modo que los ignorantes de siempre salgan con esa cantinela para justificar el mayor escándalo de corrupción de la historia de España, como es el asunto Negreira.

García tiene 81 años, ha pasado un cáncer (de lo que me alegro infinitamente porque no le deseo mal a nadie) y ya no es nadie en el mundo audiovisual español. A García no le dejaron volver a la radio porque nadie creía ya en él, porque la forma de hacer radio cambió y porque sus inventos, chantajes, demonizaciones y alabanzas ya no se las cree nadie. Pues bien, García sigue intentando meter mierda al Real Madrid y a Florentino Pérez, sigue intentando vincular al Real Madrid en los tejemanejes del Barcelona, que se compró el sistema arbitral español, que no se olvide. Sigue intentándolo porque García tiene clavado a fuego que nunca pudo manejar al Real Madrid como manejó al resto del deporte español. No hay más razones, amigos.

Les dejo con la convicción de que la justicia saldrá a la luz y de que el escándalo Negreira será debidamente juzgado y condenado, diga lo que diga José María García o cualquiera de los que quieren que esto se olvide. No se olvidará.

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