Todofutbol.cl
·3 de octubre de 2024
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En jornada de cierres, al Atlético le dio por clausurar el fútbol. Directamente. Lamentablemente. Y a la cabeza, Simeone. Una cosa es que no se haga con este equipo, que no se hace, y otra la zapatiesta que organizó en el descanso cuando estaba en desventaja, sí, pero a tiro de partido aún. Prescindió El Cholo de Koke, De Paul y Griezmann, que son futbolistas aunque no estuvieran jugando al fútbol, para organizar un enjuague curioso con Gallagher, Sorloth… ¡y Javi Serrano! Cualquier tribunal que se precie declararía al muchacho inocente de los cargos pero ahí estaba: de Primera RFEF por no encontrar mejor salida a la Champions. Como mínimo, desconcertante.
Así pasó: un Atlético absurdo inventó enseguida el doble penalti, Gallagher y Giménez pisaron a Pavlidis repartiéndose sus pies, para que Di María echara desde el punto el cierre a cualquier opción visitante. Y no fue peor casi inmediatamente porque Oblak pudo con el argentino en un mano a mano. Aquello resultaba tan doloroso para la vista que el propio Bruno Lage pareció apiadarse del rival retirando sobre la hora de juego a Pavlidis, que había sido un dolor de muelas, que había hecho de todo menos gol. Coincidió esa primera sustitución lisboeta con la última madrileña: Giuliano… por Julián. El ex del City anda como alma en pena.
En el primer acto ya se habían vivido fenómenos paranormales. Por ejemplo que el Atlético decidiera darse la vuelta cuando el Benfica se disponía a sacar de banda por última vez. Ojos que no ven, corazón que no siente. Con el rival de espaldas, vaya usted a saber si los muchachos son conscientes de que no hay fuera de juego posible en tal acción, al equipo portugués le bastó con ponerla larga y buscar a Pavlidis, quién si no, que buscando el contrapie de Oblak la echó fuera por centímetros. Era el triste epílogo de un triste tramo, el enésimo en el que los rojiblancos decidieron que jugar a domicilio equivale a jugar al trote.
Más allá de que hubiera ganado metros en los minutos previos a esa acción bochornosa y al refrigerio posterior, el Atlético siempre fue menos equipo que su rival. En cuanto a determinación, valga el dato de que tardó 40 minutos en hacer una falta. En cuanto a lo táctico, aparecer con los tres pequeños arriba derivó en que nunca estuviera del todo claro si eran interiores o delanteros, de modo que se generaba superioridad numérica local en mediocampo: Florentino, por ejemplo, se manejaba sin oposición. En cuanto a peligro, en fin, la ocasión más clara llegó en lo que parecía centro de Lino que no disparo, más allá de que se envenenara para topar con el larguero.
El primer aviso fue doble y de salida, con un recorrido de Di María que terminó habilitando a Pavlidis para que Witsel taponara su disparo, con un córner posterior que el propio delantero griego cabeceó sin que nadie lo encimara para que Oblak sacara una mano milagrosa. Ahí no llegó… pero llegó poco después. Y no se puede hablar de error en la salida, porque la acción requiere plural. Entre Reinildo, Lino y Koke se empeñaron en el obsequio, si no te lo aceptan a ti ya me encargo yo, así que Aursnes no tuvo otra que ponérsela a Akturkoglu para que embocara.
El Benfica se fortificó atrás desde ahí, para dedicarse al noble arte de la contra, mientras el Atlético coleccionaba toques inocuos. Cayó por lo físico además Llorente, al que se veía incómodo desde que rodó la pelota, para que Simeone aprovechara el compás de espera en lo que se disponía Nahuel y entregara un libro de instrucciones a Griezmann, Koke y compañía. De los que prescindió después, el que pueda que lo explique. Fue en todo caso ahí cuando se empezó a jugar en el balcón del área lusa, sin que ello tuviera más consecuencias que el dichoso travesaño de Lino. Como Pavlidis falló la previa al descanso, la del saque de banda, aún parecía haber litigio a la reanudación. En posición desfavorable, pero litigio.
Simeone hizo el resto. Aquello fue un despropósito del que apenas puede rescatarse el orgullo de un Giménez al que ya se anda forzando más de la cuenta, que ésa es otra caído por la causa Le Normand. A la que buscó refresco Lage con un doble cambio se agudizó aún más el acoso y derribo, traducido en un córner que Bah remató totalmente solo, en su caso a la jaula para el tercero, y en otro penalti, de Reinildo que tendría envidia, para que Kokçu cerrara la fiesta portuguesa ante un guiñapo que ni siquiera disparó a puerta. No está nada claro que quedarse sin ver al Atlético sea ahora mismo un castigo.
/Escrito por Alberto Barbero para Marca de España