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·12 de noviembre de 2024

Canto de gol: todos perdimos

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Puede que esta columna se deslinde de la derrota del domingo pero es una reflexión a futuro. Derrota porque no lo fue en el calendario y estadísticas oficiales, pero sí se sintió como una pérdida de puntos cuando el destino estaba en nuestras manos. Todos perdimos, pero el ojímetro debe estar para medir lo que se viene.

Todos perdimos porque no entendimos que Millonarios no debe jugar para Falcao, sino para Millonarios. Si a él no le quedan claros los balones, hay que recorrer el camino más fácil hacia el gol. Los remates de media distancia inexistentes son la cefalea de toda la era Gamero. Los centros excesivos que dejan a los rivales como enchichonadas figuras. Y las insulsas sucesiones de toques, en lugar de que haya un diferente que quiera ser figura, hacer una gambeta y sorprender con una pizca de magia para cambiar un destino de 90 minutos.


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Todos perdimos porque TODOS vivimos los partidos con la ansiedad de que Radamel marque en Bogotá. En lugar de buscar un gol que abra al equipo rival, todos recargamos las intenciones y emociones en el anhelado gol del 9. Con un visitante herido y necesitado abajo en el marcador, Millos podría tener más espacios y el Tigre, más oportunidades. Y más tranquilidad, porque él recibe y siente y carga con toda esa presión.

Justamente el mea culpa llega acá. El domingo hasta el último cuarto de hora del partido espabilamos en la tribuna, y solamente hasta allí reaccionamos y afanamos el gol de quien fuera, pensando en el afán y la necesidad de perfilar el punto invisible sin depender de nadie. Tanto así que en su momento nos preocupó más que Giordana entrara por Falcao y que se fuera el ídolo nuevamente sin su grito.

Todos perdimos porque insultar más que apoyar es ahora el pan de cada partido. Un arbitraje nefasto de jueces recorridos como HInestroza o primíparos como Carlos Márquez no da para que los nuestros lleven más las de perder.  Importan más los odios personales contra Stiven Vega, Danovis Banguero o Daniel Mantilla, que reproches a los piscinazos de Daniel Ruiz, la irrelevancia de Mackalister Silva o la terquedad de Alberto Gamero. Y una mala entrega se volvió más puteable que el miedo a pegarle al arco.

Todos perdimos precisamente porque desde la cabeza del equipo no vemos elegidos a los que están mejor. Insistir con Juan José Ramírez en el banco cuando, incluso sin ser su mejor día, es mucho más que otros, nos hace volver al inicio de la columna. Millonarios tiene que jugar para Millonarios. Había que ganar a clasificar y se hizo. Pero había que ganar para pelear los dos primeros puestos y hacer nuestra tarea, y nos rajamos. Recuerdo constantemente al ídolo Miguel Ángel Russo con estas cosas, cuando regañó a todo el equipo por darle el penal contra América a Ayron y no a Cadavid. «Ustedes piensan en sacar a un compañero goleador en lugar de querer ser campeones». Y esa mentalidad es de la que con Alberto Miguel adolecemos.

El canto de gol para acompañar esta columna es ‘El Éxito’ de la banda colombo africana Profetas:

Carlos Martínez Rojas@ultrabogotano

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