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·2 de mayo de 2025

El día que Ángel hizo estallar de júbilo a la hinchada de Nacional

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¡Parce, qué tarde la de ese diciembre de 1994! El Atanasio se vistió de esperanza, de verde puro, de un grito contenido durante todo un campeonato. Nacional se jugaba el alma contra el DIM, en un clásico que no era solo por orgullo, sino por la mismísima estrella.

Y allá, entre la presión, la historia y el rugido de la hinchada, apareció él: Juan Pablo Ángel, el pelao con cara de niño y alma de goleador, pa’ meter el gol que cambió todo, el que nos puso a llorar de felicidad, parce.


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Eran los minutos finales y el partido estaba trabado, tenso como cuando estás en un picado y el que haga el gol gana gaseosa. Nacional tocaba y tocaba, buscando un huequito, un espacio entre ese muro rojo. Y en eso, ¡pum! Un pase filtrado de Aristizábal, un balón que parecía tener GPS directo a los pies de Ángel. El man sin pensarlo, la mandó guardar como solo los cracks lo hacen: fuerte, rastrera, pegada al palo. ¡Golazo, parcero!

La explosión fue total. El Atanasio retumbó como nunca. La hinchada se abrazó, se alzó en llanto, se desbordó en una fiesta sin igual. Ese gol no era cualquier gol, parce, ese era el gol que nos daba la estrella 6, el que nos sacaba del pecho todo lo que habíamos guardado. Y verlo a él, a Juan Pablo, corriendo hacia la tribuna, señalando el escudo… ¡eso no tiene precio, socio!

Ese gol no solo se metió en el arco del Medellín, se metió en la historia grande del fútbol paisa. Fue la coronación de un equipo berraco, con alma, con ñeque, con la verraquera que caracteriza a este pueblo antioqueño. Nacional no ganó solo un título esa tarde, ganó un lugar eterno en el corazón de su gente, de esos que crecieron en la tribuna, que soñaban con ver al Verde campeón.

Y es que Juan Pablo Ángel, desde ese momento, se convirtió en leyenda. Ese gol fue su carta de presentación al mundo, una promesa cumplida, un guiño al destino. Después se iría a romperla en River y en Europa, pero pa’ nosotros, ese gol en 1994 vale más que cualquier Champions. Fue un gol con alma, con acento paisa y con sabor a gloria.

Hoy, más de 30 años después, todavía se eriza la piel al recordarlo. Se siente el eco del estadio, el temblor del piso, los abrazos entre desconocidos, la emoción de una ciudad entera que se unió en un solo grito: ¡GOL DE ÁNGEL! ¡GOL DE NACIONAL! ¡CAMPEONES, PARCE, CAMPEONES!

Así se escribe la historia en verde, mi hermano. Con goles que no solo se gritan, sino que se sienten, se viven, se heredan. El de Juan Pablo Ángel en el 94 es de esos goles que no envejecen, que no se olvidan, que se llevan tatuados en el alma verdolaga. Porque ese día no solo ganamos un título… ese día, el corazón nos latió más fuerte que nunca.

¡Tus opiniones importan, parceros! Los invitamos a que se unan al Foro Verdolaga para que entre parceros debatamos absolutamente todo acerca de la actualidad de nuestro equipo amado.

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