Offsider
·28 de abril de 2025
El mundial de 1934 en la Italia de Mussolini

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·28 de abril de 2025
Mucha gente recuerda el mundial jugado en 1978 en la Argentina de Videla, o el discutido y reciente mundial de Catar. Ambos se jugaron en países de dudosa moralidad. Aún así, es difícil de superar el mundial de 1934 jugado en la Italia del Duce, de cuya muerte por un disparo tras ser ahorcado previamente hace hoy hace 80 años.
Aquel mundial, el segundo en la historia tras Uruguay 1930, se celebraría del 27 de mayo al 10 de junio y solo habría 16 selecciones participantes: Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Brasil, Checoslovaquia, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Rumanía, Suecia y Suiza. Una de esas diez debutantes era España, que en plena II República llegaba capitaneada por su portero Ricardo Zamora.
Ricardo Zamora. (FC Barcelona)
El mecanismo del torneo no podía ser más sencillo, desde octavos hasta la final, sin fases de grupos, fases previas ni nada que se le pareciese. En cuanto a las sedes, fueron un total de ocho: Roma, Milán, Bolonia, Nápoles, Trieste, Génova, Florencia y Turín. En la actualidad, aún cinco siguen en pie aunque han sufrido cambios en su denominación y forma. Dos relacionados con política fueron el estadio Benito Mussolini, que ahora simplemente es el estadio olímpico, y el Giovanni Berta de Florencia. Actualmente este estadio se denomina Artemio Franchi, sin embargo, recibió este nombre por un militante fascista asesinado por militantes comunistas en la capital de la Toscana. Berta fue elevado a la categoría de «mártir», como había ocurrido en Alemania con Horst Wessel.
En este país mucha gente recuerda el mundial de 2002 cuando se le habla de robos en cuartos de mundiales, el que muy poca gente conoce es el ocurrido en Italia 1934. Nuestro equipo había llegado a ese mundial tras vencer a Portugal en una eliminatoria a doble partido clasificatoria, ya en el país trasalpino, venció a Brasil 3-1. Los árbitros se habían puesto «al servicio» del PNF y habían ido realizando arbitrajes muy tendenciosos durante todo el torneo.
Italia había llegado al torneo con un equipo muy bueno que se había mejorado con la llegada de los oriundi. Estos eran jugadores sudamericanos de descendencia italiana y el más importante era Luis Monti, que jugaría dos finales de mundial seguidas con dos países distintos. Esta era una anomalía que no se ha vuelto a producir y años más tarde sabemos que la federación italiana se había saltado las normas de FIFA cuando se produjo.
El partido se conoció como la «batalla de Florencia«, a partir de ahí, ya se puede imaginar cualquiera lo que ocurrió. España comenzó adelantándose, pero los italianos empataron el partido con Ferrari marcando mientras cometía falta sobre Zamora. Tras el 1-1, hubo siete lesionados españoles y otros cuatro transalpinos, nuestra selección marcó un gol pero el belga Baert se lo anuló.
Como en aquel momento no existían las tandas de penaltis, al día siguiente se tuvo que jugar un partido de desempate. Mussolini había dado la orden de «caballeros, hay que ganar. Es una orden», y el equipo cumplió pero de nuevo con ayuda arbitral. En este caso fue el suizo Mercet, que le anuló dos goles legales a la selección española. Además, los nuestros llegaban con siete bajas por lo ocurrido el día anterior. El atraco fue tan grave que tanto el belga como el helvético fueron suspendidos por sus propias federaciones. Además, aquí se hicieron colectas para comprarle una medalla a cada jugador de la selección de García de Salazar.
El 10 de junio, Italia y Checoslovaquia se enfrentaron en el Estadio Nacional del Partido Nacional Fascista por ser la segunda campeona mundial de la historia. Por un lado estaba el equipo de Vittorio Pozzo, un hombre que en lo puramente deportivo fue un innovador, creando una forma de jugar distinta, más física, e inventando las concentraciones previas. Por otro lado estaba la Checoslovaquia de Plánička y del delantero Nejedlý, que luego sería máximo goleador del torneo con cinco tantos. Había más de 50.000 almas en una calurosa tarde en Roma.
La presión que tanto los italianos como los árbitros recibían se demostró cuando además de los italianos el colegiado sueco Ivan Eklind hizo el saludo fascista. Como curiosidad, sigue siendo el más joven de la historia en pitar una final mundialista, con 28 años. En el partido, el equipo anfitrión salió con la agresividad de los partidos anteriores, que de nuevo le permitían.
El encuentro se complicó cuando Puč anotó el primer gol de la contienda en el 71′ tras una jugada personal. Sin embargo, los locales lo empataron diez minutos más tarde por mediación de Orsi. El gol de la victoria fue de Angelo Schiavio en el minuto cinco de la prórroga. Tras el partido, no solo se llevaron la Jules Rimet sino también una copa seis veces más grande creada por el gobierno italiano. En lo económico, tocaron a 20.000 liras por barba.
Los fascistas usaron su mundial para exhibir lo bien que supuestamente le había ido a Italia bajo la dictadura. En 1934 hacía doce años de la marcha sobre Roma, que llevaría al poder al Duce. El rey Victor Manuel III le entregó el poder por las presiones. La dictadura no fue cosa de un día, fue un proceso muy lento en el que poco a poco se fueron limitando las libertades de los italianos. El asesinato del socialista Matteotti, el mayor activista contra los fascistas en su momento, fue otro punto de inflexión.
Para 1934, el país ya vivía en sus carnes las consecuencias de los totalitarismos. El país se llenó de carteles con un hércules haciendo un saludo fascista, que eran copias del «póster oficial» de aquel torneo.
Cartel promocional del mundial.
Los estadios se llenaron de las famosas camisas negras en aquellos partidos antes de cuyo comienzo se gritaba «Italia, Duce». En el centro del campo realizaban el saludo fascista y en cada partido había figuras importantísimas del gobierno. Tras la victoria local, Mussolini realizó toda una parafernalia para despedir a los suyos cuatro años más tarde de cara al mundial de Francia. En ese torneo, los suyos debían defender el título y lo hicieron tan bien que lo revalidaron.
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