La Galerna
·27 de enero de 2025
La Galerna
·27 de enero de 2025
Confieso que nunca me han entusiasmado las fallas. Mientras no se demuestre lo contrario, esto se puede decir. Por el momento, vivimos en un país relativamente libre. En general, no soy muy de las pirotecnias que tanto se usan en Levante. Los detractores de los cohetes suelen poner el grito en el cielo (tras resonar en el mismo el petardazo) por su efecto nocivo sobre la salud mental de los perros. De la salud mental de las personas ya hablaremos otro día.
Las fallas en concreto me producen algún rechazo, que no es ni más ni menos que las reticencias que alarmistas como yo sentimos ante el fuego. En este caso no se trata solo de que este queme, sino de lo que se quema. Prefiero la sátira fina a la farsa de brocha gorda. Los ninots, discúlpenme, tienen un punto grotesco que no me convence, dicho sea con todo el respeto para los artistas implicados. Parecen salidos de alguna pesadilla infantil. Son caricaturas de El Jueves ardiendo de manera siniestra, como el ama de llaves de Rebeca, consumiéndose como los nazis de cartón piedra de Indiana Jones.
Queda claro que tampoco soy un acérrimo seguidor de El Jueves, optando por una sátira más sutil allá donde sea posible. Dicha sutileza brilla por su ausencia en los ninots, que suelen estar concebidos de manera chabacana y ejecutados con trazo propio de Kim, el autor de Martínez el Facha. Son personajes de caricatura procaz en tres dimensiones. “Historias de las putas fallas” podría muy bien haber sido el título de una sección en la mentada revista, dicho sea con todo el respeto y solo para subrayar las semejanzas de estilo con aquellas otras tiras de cómics juevescas.
Hay que tener mucha pero que mucha gracia para tratar de mofarse de quien, junto a sus compañeros, ha mostrado la máxima solidaridad pública y privada con los damnificados de la DANA que ha asolado tu —fallas aparte— bellísima y muy querida tierra valenciana
De manera que, como madridista, pero sobre todo como amigo de lo bello, celebro que un artista fallero, de nombre Víctor Navarro, haya decidido aniquilar cualquier posibilidad de que yo me acerque a las fallas para darles una segunda oportunidad. Vivimos tiempos de permisividad y bajos estándares estéticos. El riesgo de verme influido por este derrumbe de toda vara de medir estaba ahí. Ya no. Gracias, Víctor Navarro, por haber confeccionado un ninot de Vinícius que me garantiza un futuro donde lo más parecido a una mascletá que se me ofrezca sean los disparos de John Wayne en la enésima revisión de El Dorado. Merced al trabajo de Víctor, ya sé que no hay acercamiento posible entre las fallas y yo, posiblemente en beneficio de ambas partes.
El ninot en cuestión retrata a Vinícius portando en sus manos lo que el autor de la obra define como “cagalló d’or”, es decir, la boñiga de oro, a manera de mofa del Balón de Oro que el brasileño no pudo conquistar en la última gala de dicho premio. En el texto que acompaña a la obra se lee: “Vinícius Jr. está regando el jardín con sus lloros, el Madrid le quiere animar y le otorga el moñigo de oro”. Hay que tener mucha pero que mucha gracia para tratar de mofarse de quien, junto a sus compañeros, ha mostrado la máxima solidaridad pública y privada (esta última a través de donaciones) con los damnificados de la DANA que ha asolado tu —fallas aparte— bellísima y muy querida tierra valenciana. Aparte de los jugadores, recordemos también que la entidad para la que juega Vinícius ha donado un millón de euros para la misma causa. Dice el refrán que de bien nacidos es ser agradecidos. Nos absuelve el refrán de ser puestos al corriente de qué atributo corresponde a quienes no lo son, aunque una sencilla regla de tres resuelve de inmediato el arcano.
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