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La Galerna

·7 de enero de 2025

El videochantaje

Imagen del artículo:El videochantaje

A estas alturas de la película tenemos todos claro que el videoarbitraje, en España, es la herramienta definitiva que ha encontrado El Sistema para legitimar el fraude. Tomemos como ejemplo la supuesta agresión de Vinícius a Dimitrievski. El frame ofrecido tanto al árbitro como a los espectadores no puede ser más tramposo: el brasileño del Madrid se levanta como una furia y le mete un buco, como se dice ahora, al portero macedonio, además en toda la mandíbula. Está claro que algo así sólo puede ser roja directa.

Pero había que ver la secuencia completa y no para disculpar a Vinícius, que ya es hora de que se temple, sino para señalar la alevosía del estamento videoarbitral. Resultó que Dimitrievski, avieso, le tiró de la trenza a Vinícius. De lo que se infiere (y ya sé que es mucho inferir) que si el árbitro lo hubiera visto todo habría resuelto con una tarjeta roja para cada uno.


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A estas alturas de la película tenemos todos claro que el videoarbitraje, en España, es la herramienta definitiva que ha encontrado El Sistema para legitimar el fraude

Dimitrievski, a todo esto, ya es reincidente. Si los árbitros le tienen tomada la matrícula a Vinícius, debían también mirarse los partidos de ciertos rivales que con recurrente perversidad le buscan las vueltas año tras año. El trash talk y el cancherismo están muy bien siempre y cuando no te vean. Y que los árbitros acaben viendo siempre las mismas cosas y obviando otras es otro indicio claro de predisposición corruptora.

Pero en España se traga con todo. El VAR, al fin y al cabo, no es más que una anécdota, como el fútbol. Solamente un botón de muestra de la corrupción y de la podredumbre general. La discusión, al día siguiente, no era la evidente manipulación de las imágenes, que condujo a una decisión arbitral a todas luces injusta, sino que ya verás cómo a Vinícius no le meten cuatro partidos porque ya lo impedirá el Madrid.

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Contra un estado de cosas así, ¿qué se puede hacer sino enloquecer? Si toda esta cosa paracientífica y grotesca que supone el videoarbitraje en España fuera nueva, uno podría, con justicia, llamarse a engaño. Pero llevamos así más de un lustro. La única vez en la que el VAR funcionó bien en la Liga fue durante aquellos extraordinarios once partidos en los que el Madrid de Zidane se hizo con la Coronaliga del año 2020. Las decisiones, pulcras e incontestables, que se tomaron en aquellos partidos a favor del Real levantaron tanta polvareda que, en cuanto comenzó la siguiente temporada, todo volvió a la normalidad. Y el Atlético de Madrid, el equipo del régimen publicitario y mediático que controla el relato del fútbol español, ganó una liga abyecta gracias a aquella mano de Militao que todavía se me aparece en los peores sueños.

Que los árbitros acaben viendo siempre las mismas cosas y obviando otras es otro indicio claro de predisposición corruptora

Desde el club, ¿se hace algo? El mito del poder omnímodo del Real Madrid en los despachos es tan persistente como el de ser el equipo de Franco. Y sin embargo, a la vista de los hechos, fácticamente hablando, ¿manda algo el Madrid entre bambalinas? No parece que mucho, por más que la turba grite. Por ejemplo, en la penúltima visita del Madrid a Mestalla, de la que no hace ni un año porque fue en marzo de 2024, ¡apenas diez meses!, le anularon un gol al Madrid en la última jugada al pitar Gil Manzano el final del partido de manera surrealista cuando la pelota, centrada por Lucas Vázquez, volaba hacia la cabeza de Bellingham.

¿Le harían una trastada así al capo de una competición, a un club que la controlara mafiosamente en las sombras?

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En fin. La culpa, en el fondo, es del Madrid. Como dice el dicho popular, si me la haces una vez, la culpa es tuya. Si me la haces dos veces, el tonto soy yo. El Madrid sigue empeñado en saltar a los campos de España a competir en una buena lid que no es más que papel mojado, una farsa. La maledicencia y el encono general contra una organización que con su mera presencia sublima y expía los innúmeros pecados de un fútbol tan podrido como el español son, a veces, insoportables. Al aficionado no le queda sino el desfogarse y la pataleta. Uno se pone delante del televisor, en ocasiones, movido por un afán puramente sadomasoquista.

Me pone triste leer que son el Bilbao, el Atlético o el Sevilla quienes están empeñados en que, por una vez en la vida, el Fútbol Club Barcelona no cometa una de sus habituales tropelías. El sentido de hidalguía, probablemente demasiado quijotesco, que yo le atribuyo al Madrid como equipo y como institución, debería interpelar a los interesados para que el Real también estuviera en ese frente. Apelando a la justicia más esencial. Pero esto, como lo del VAR, no le importa más que a cuatro gatos. Ya voy leyendo cómo se intenta conformar el argumento de que el rechazo a la inscripción fuera de plazo de Dani Olmo es el enésimo ataque a la dignidad del pueblo catalán. No conviene tomarse esto a broma: el Procés lo comenzó Guardiola.

Getty Images.

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