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La Galerna

·20 de septiembre de 2024

En las calles de Madrid

Imagen del artículo:En las calles de Madrid

Era el mes de julio de 2020. Loquillo se arriesgaba y ofrecía un primer concierto en el Wizink después de la pandemia. Público sentado y mascarillas obligatorias. Quedaba aún mucho camino por recorrer, pero Jose María Sanz “El loco” abría su actuación anunciando que, tras 4 meses durísimos, “… ha muerto el silencio en las Calles de Madrid”. No podía hacerlo con otra canción que no fuera esa: En las calles de Madrid.

Sin embargo, el pasado fin de semana, ese silencio se volvió a apoderar un poco de la ciudad. El Real Madrid anunciaba que se suspendían temporalmente los conciertos del Bernabéu. Importantes citas como la de Aitana o Lola Índigo deberán esperar al menos seis meses. Y mucha gente lo celebró.


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Es curioso, justo unos días antes me crucé con una chica que llevaba la camiseta de un grupo de música internacional que lleva en la carretera ya muchos años. No diré cuál para no alimentar las filias y las fobias de los lectores. El caso es que en su espalda aparecían todas las ciudades por la que ese grupo paró durante el año 2017. Roma, Milán, París, Londres, Edimburgo, Zurich, Budapest… No estaba Madrid. Ni siquiera Barcelona. En ese momento pensé que por fin Madrid tenía un recinto que pusiera el nombre de la ciudad en las camisetas de las grandes giras. Simplemente el recinto que Madrid se merece. A las pocas horas, como quien dice, me topé con la noticia de que los conciertos en el Santiago Bernabéu debían suspenderse.

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Vivo relativamente cerca del Wizink Center. Un pabellón espectacular al que antes se le conocía como “Palacio de los Deportes”; aunque hoy alberga más conciertos que eventos deportivos. Está situado frente a la Avenida de Felipe II o Plaza de Dalí. Porque, a pesar de una cuestionable reforma acometida hace años, sigue conservando una estructura artística diseñada por el propio genio del surrealismo nacido en Figueras. Es muy amplia y tiene zonas infantiles, además de albergar el mencionado dolmen con su bonita estatua. Sin embargo, muy a menudo se llena de jóvenes haciendo fila para acceder a los eventos que en el Wizink Center se celebran, incluso algunos acampan en las proximidades. El pequeño comercio cercano solo consiste ya en locales de hostelería. Hasta el vecino barrio de Fuente del Berro ha visto desaparecer casi todos sus bajos comerciales para dar cabida a viviendas de alquiler vacacional, orientadas sobre todo a la gente que viene a los conciertos. En las horas previas a los eventos hay cortes de calle y caos de tráfico generalizado en el eje de Doctor Esquerdo y O’Donnell. En definitiva, hay trastorno para los vecinos. Aun así, pocos dudan de que es una instalación buena para la ciudad y para el barrio.

Entiendo las molestias que pueden originar los conciertos en el Bernabéu. Aparentemente el problema principal es el ruido, si bien, en las redes sociales de las cuentas que más oposición presentan a dichos conciertos, parece que celebran más las pérdidas económicas que sufrirá el Real Madrid que una eventual mejora en la calidad de vida de los vecinos

No muy lejos está también la Plaza de Toros de Las Ventas. Un edificio casi centenario que durante el mes de mayo y junio celebra la feria taurina más importante del mundo. Ni que decir tiene el bullicio que congrega en esa zona desde las seis de la tarde. Son calles a evitar si circulas en coche. Olvídate de aparcar si eres residente del barrio y no dispones de plaza privada. A un kilómetro a la redonda no suelen escucharse los “olés”, salvo tardes muy especiales. Pero sí se oye la música de las noches de discoteca post corrida y sus conciertos (míticos) cuando allí se celebran. Una vez un político sugirió la abolición de los festejos taurinos en esa plaza y la reacción de los hosteleros y empresarios de la zona no se hizo esperar. En ese mes de feria de San Isidro, se factura lo mismo que durante el resto del año. Son muchas familias las que dependen de esa plaza, no es solo cuestión de que te gusten los toros más o menos.

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En definitiva, entiendo las molestias que pueden originar los conciertos en el Bernabéu. Aparentemente el problema principal es el ruido, si bien, en las redes sociales de las cuentas que más oposición presentan a dichos conciertos, parece que celebran más las pérdidas económicas que sufrirá el Real Madrid que una eventual mejora en la calidad de vida de los vecinos. Algo muy significativo y que indica que quizá el problema no esté en la música alta que se produce de nueve a once de la noche. El tema es más profundo. Es imposible no pensar que se trata del antimadridismo, decidido a atacar por todos los flancos, harto ya de ver al Real Madrid levantar trofeos del máximo prestigio y coronarse ahora, encima, centro neurálgico de la ciudad a través de su fabuloso recinto.

Quizá el problema no esté en la música alta que se produce de nueve a once de la noche. Es imposible no pensar que se trata del antimadridismo, decidido a atacar por todos los flancos, harto ya de ver al Real Madrid levantar trofeos del máximo prestigio y coronarse ahora, encima, centro neurálgico de la ciudad a través de su fabuloso recinto

Les da igual que Madrid pueda convertirse en la capital europea de la música. Aunque no me encante, pienso sobre todo en la música latina, para la que sería la puerta de entrada perfecta a Europa para todas las bandas y cantantes que ya brillan a nivel mundial. Por eso no entiendo el silencio del alcalde, Jose Luis Martínez-Almeida. Al igual que se apresuró a reclamar a Vinícius que se desdijera de lo que en realidad no había dicho, me habría gustado escuchar al ilustrísimo, poco después del anuncio del club, decir que era una mala noticia, que estaba seguro de que todo se arreglaría y que el Ayuntamiento quedaba a disposición del club para ayudarle a subsanar los problemas técnicos que hoy pudieran existir, porque Madrid necesita una instalación como este moderno Bernabéu. Así hubiera demostrado que realmente es el alcalde de todos los madrileños y busca lo mejor para la ciudad, y que no condiciona sus decisiones a lo que un grupo minoritario pueda opinar sobre sus actuaciones.  Un grupo que, por cierto, tuvo durante muchos años un estadio con una grada construida sobre la principal circunvalación de la ciudad y a la que obligaba a cortar una de sus salidas cuando se celebraba un partido. O un concierto, que también hubo muchos y muy buenos.

Deseo firmemente que este parón en las actividades no futbolísticas del Bernabéu sean solamente seis meses. Que en este tiempo el club lleve a cabo todas las medidas necesarias para poner fin a esta polémica. Entre otras cosas porque el Real Madrid tiene la extraña costumbre de tratar de cumplir siempre con lo que dice la ley. Y que, de una vez por todas, todos los ámbitos sociales y políticos de la ciudad valoren lo que significa tener un estadio como el que tienen en el mismísimo Paseo de la Castellana, más allá de los colores futbolísticos.

Getty Images.

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