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REVISTA PANENKA

·13 de mayo de 2024

Iker y Koldo Álvarez: una familia de récord en Andorra

Imagen del artículo:Iker y Koldo Álvarez: una familia de récord en Andorra

En las alturas de los Pirineos, donde las montañas sirven de santuario al esquí y a los senderistas, nace la historia de Iker y Koldo Álvarez de Eulate. Este relato, forjado en la misma tierra que acoge a esquiadores de todo el mundo, deja una huella significativa en el deporte andorrano. Una nación más conocida por sus pistas nevadas y su pasión por los deportes de invierno que por su presencia en el escenario futbolístico internacional, ha visto nacer y crecer una historia única levantada sobre el vínculo inquebrantable entre un padre y un hijo.

Como una estrella solitaria en el cielo nocturno de Andorra, Iker Álvarez de Eulate Molné destaca en el extenso universo del fútbol profesional. Nacido en Andorra la Vella el 25 de julio de 2001, Iker lleva en sus guantes el honor distintivo de ser el único andorrano actual en el fútbol profesional. Guardián de la portería del Villarreal B en la vibrante Segunda División española y baluarte insustituible de la selección andorrana, su camino refleja la majestuosidad de los picos andorranos: imponente, desafiante y sufrido. En él, la pasión y el talento trascienden los confines geográficos.


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En el otro extremo del terreno de juego, figurada y literalmente, se encuentra Jesús Luis Álvarez de Eulate, más conocido como Koldo (4 de septiembre de 1970). Originario de Vitoria, pero con el corazón anclado en Andorra, Koldo sigue a los mandos como técnico de la selección de fútbol de Andorra, un puesto que ocupa desde febrero de 2010. En una era donde los entrenadores son tan efímeros como las estaciones y donde la paciencia es aún más escasa que los impuestos del Principado, la tenacidad de Koldo en su rol desafía todas las probabilidades.

¿Pero cómo comenzó todo? ¿Qué llevó a un joven guardameta vitoriano, de apenas 24 años, a tomar la decisión de irse a vivir a Andorra?

“Yo estaba en Salamanca, jugando el play-off de ascenso a Primera, y antes de empezar la eliminatoria, Peio Bengoetxea, entrenador que yo había tenido en el Aurrera de Vitoria anteriormente, y Tonono se pusieron en contacto conmigo. Ellos ya se habían unido al Fútbol Club Andorra, y así salió la posibilidad de venir aquí, un país que desconocía, que no había visitado nunca y que al final ha sido mi casa desde entonces. Tras un último año sin jugar en el Atlético de Madrid y firmar en Salamanca sólo para el tramo final de esa temporada, la propuesta del Fútbol Club Andorra se presentó como una excelente oportunidad para volver a sentirme futbolista, para tener minutos. No lo pensé mucho, la verdad”, recuerda Koldo a Panenka.

Iker lleva en sus guantes el honor de ser el único andorrano que hoy compite en el fútbol profesional. Guardián de la portería del Villarreal B en la vibrante Segunda y baluarte insustituible de la selección que entrena, precisamente, su padre

Con la llegada de Koldo a Andorra, se inició una etapa nueva no sólo en su carrera profesional sino también en su vida personal, construyendo un nuevo hogar. Fue en este entorno, en 2001, donde Iker nació, en un momento en el que Koldo todavía seguía en activo.

Creciendo en La Massana, situada a sólo diez minutos en coche de Andorra la Vella, Iker se vio inmerso en el fútbol desde sus primeros años. Rodeado por el esplendor natural del entorno, con montañas que tocan el cielo y valles que respiran tranquilidad, encontró el lugar perfecto para empezar su trayectoria futbolística. Fue en las ligas locales, jugando para el equipo que hoy es conocido como el Inter de Escaldes, donde Iker dio sus primeros pasos en el deporte. En esta etapa inicial no destacó por su habilidad como jugador de campo, pero sí que sirvió de preludio para lo que verdaderamente sería su vocación: la portería.

Convertirse en portero fue más que un simple cambio de posición en el campo; significó asumir un conjunto completamente diferente de retos, tanto físicos como emocionales. Aunque Koldo siempre apoyó la felicidad y las pasiones de su hijo, no podía ocultar su preocupación por las presiones que enfrentaría si seguía sus pasos como guardameta. “Al principio, mi padre no estaba convencido; sabía que ser portero implica sufrimiento y presión, cosas que afectan al jugador y a toda la familia”, comparte Iker, también a Panenka. Sin embargo, guiado por su pasión, Iker eligió explorar el camino hacia la portería, enfrentando los obstáculos que su padre hubiera querido que evitara. “Él siempre me animaba a que intentara ser delantero. Me decía: ‘Tú juega arriba, que son los que más dinero ganan y los que menos problemas tienen’. Pero bueno, por casualidades de la vida, me ha tocado ser como él”, confiesa el joven andorrano.

La determinación y el compromiso de Iker con su desarrollo futbolístico quedaron claramente demostrados en 2016, cuando dio un paso audaz al unirse al Nàstic de Manresa. Continuaba viviendo en Andorra, con lo que viajaba cada día dos horas en coche para asistir a los entrenamientos. “Iba dos días a la semana hasta Manresa. Entrenaba a las 20h y luego tenía otras dos horas para volver. Llegaba a casa a media noche”, recuerda Iker sobre esos desplazamientos.

Esta etapa de su carrera se desarrollaba en un momento en el que el Nàstic de Manresa actuaba independientemente, sin lazos formales con el FC Andorra. Sin embargo, la presencia de Iker en Manresa y el éxito de su trayectoria se convertirían en catalizadores de un cambio significativo en la relación entre ambos clubes. “En ese momento empezaron a ir, después de mi año, muchos jugadores de Andorra allí”, señala Iker, destacando cómo su experiencia abrió una nueva ruta para los futbolistas del Principado.

“Mi padre me animaba a que intentara ser delantero. Me decía: ‘Tú juega arriba, que son los que más dinero ganan y los que menos problemas tienen’. Pero bueno, por casualidades de la vida, me ha tocado ser como él”

Con el tiempo, esta relación dio un salto cualitativo, gracias a la intervención estratégica en 2019 de Gerard Piqué, actual presidente del FC Andorra, quien adquirió el Nàstic de Manresa. Esta decisión transformó al Nàstic en un club afiliado oficial del FC Andorra, creando un puente crucial para el flujo de talento entre Catalunya y el país norteño. Una asociación que ha permitido al FC Andorra beneficiarse de una red más amplia de jóvenes talentos catalanes, mientras continúa apoyando y desarrollando a los futbolistas andorranos en su camino hacia el profesionalismo.

La transición de Iker hacia el Villarreal se enmarcó en un momento de creciente reconocimiento y oportunidades. Varios equipos detectaron su talento durante su temporada en Manresa, y el interés en su fichaje empezó a aumentar significativamente. Koldo, consciente de esta atención, se encontró en la posición de tener que guiar a su hijo a través de un paisaje lleno de promesas y expectativas. “Cuando empezaron a ir a verle a Manresa, varios equipos se interesaron en él”, recuerda Koldo sobre este período decisivo.

Frente a este creciente interés, Koldo optó por un enfoque de cautela y protección. Como padre, quería asegurarse que Iker se mantuviera enfocado y no se dejara llevar por las promesas vacías que a menudo acompañan al fútbol profesional. “Al final, lo que intentas es proteger. El fútbol muchas veces es una gran mentira”, explica Koldo. En una conversación reveladora con Iker, le hizo saber que, aunque había clubes preguntando por él, era crucial mantener los pies en la tierra hasta que se presentara una oferta formal. “Le dije que en el momento en el que llegara un papel con su nombre escrito y el de un club, ese día se lo enseñaría, que todo lo demás era hablar por hablar”, subraya Koldo.

La prudencia y guía de Koldo culminaron en el salto de Iker al Villarreal, el primer club que finalmente presentó esa oferta tangible, marcando el inicio de su aventura en el ‘Submarino Amarillo’. Este paso validó el creciente interés en las habilidades de Iker, y reforzó la importancia de la paciencia y la preparación en el desarrollo de su carrera como futbolista.

Con el consejo de su padre como faro, Iker se enroló en el Villarreal, llevando consigo más que sus pertenencias: portaba las lecciones aprendidas bajo la tutela de su progenitor. Tener que empezar de cero en un entorno completamente nuevo puso a prueba no sólo su habilidad futbolística, sino también su fortaleza emocional. “Me fui solo y vivía en la residencia de Villarreal. Los primeros meses fueron un poco duros”, revela el joven guardameta, que estaba sumergiéndose en un mundo desconocido, lleno de desafíos y sin la red de seguridad de su familia y amigos.

En la residencia del Villarreal, lejos de su hogar, Iker se enfrentó a la dura realidad de los comienzos. “Llegué a un sitio en el que no tenía amigos y además no jugaba porque era nuevo y había otro portero que estaba ocupando mi sitio”, comparte, narrando los obstáculos iniciales que encontró.

La relación entre Iker y Koldo en la selección de Andorra es una mezcla de cercanía familiar y formalidad profesional. “Casi todos los días me llama, aunque sean sólo 30 segundos, para comentar algo”, admite el hijo

Los inicios de Iker en Villarreal revelan un período de evolución tanto personal como deportivo. Cada día en la residencia se transformaba en una oportunidad para fortalecer su carácter, enfrentando la soledad y la competencia intensa. Estas experiencias fueron cruciales para que Iker definiera su identidad, más allá de ser simplemente un portero, convirtiéndose en una persona capaz de superar obstáculos y valorar la perseverancia y la confianza que su padre le había inculcado desde joven.

El desarrollo de Iker en Villarreal refleja su dedicación y habilidad, acompañado por los excelentes recursos de formación que el club proporciona. Koldo, observando la progresión de su hijo, resalta la influencia positiva del club en su crecimiento. “La verdad es que el Villarreal le ha dado la posibilidad de jugar en el fútbol profesional, ha pasado por todos los equipos del club, ha tenido momentos buenos y malos, pero más que nada, ha experimentado todos los aspectos del fútbol”, reflexiona el técnico andorrano. Koldo también muestra su gratitud hacia el club por su enfoque humano y cercano, además del soporte deportivo. “Siempre vamos a estar agradecidos al Villarreal, especialmente por su manera de hacer las cosas. La familia Roig y José Manuel Llaneza, que en paz descanse, han estado increíblemente involucrados. Son personas que podías encontrar en cualquier partido de la cantera, siempre presentes, lo que realmente muestra su compromiso. Eso da a los jugadores un extra, saber que tienen el apoyo constante de las figuras más importantes del club”, añade.

Después de ascender por las categorías del Villarreal, como un escalador enfrentándose a las imponentes cumbres de los Pirineos, Iker alcanzó un hito crucial en la temporada 21-22, su primer año con el Villarreal B, logrando el ascenso a Segunda División. Este logro lo estableció como el único jugador andorrano en el fútbol profesional, una fuente de orgullo nacional y un modelo a seguir para muchos jóvenes en su país.

Tras consolidar su estatus como el único jugador andorrano en el fútbol profesional, Iker eligió representar a su país natal en lugar de buscar la nacionalización española. Este compromiso con Andorra resalta un sentido de lealtad y orgullo que también define la trayectoria de su padre, Koldo Álvarez. Desde 2010, un año después de retirarse como jugador, Koldo ha estado al frente de la selección andorrana, un ejemplo de estabilidad en un mundo donde la paciencia es un recurso raro y valioso.

En la actualidad, donde los ciclos de los entrenadores suelen ser breves debido a la demanda constante de resultados, la permanencia de Koldo en el banquillo andorrano es un logro excepcional. “El hecho de que lleve tanto tiempo como entrenador de la selección no es algo que me preocupe por el logro en sí. Lo veo como un reflejo de la confianza que la federación tiene en mí, y mi objetivo siempre ha sido ayudar a avanzar el fútbol andorrano”, comenta el entrenador.

La evolución del fútbol andorrano ha sido notable en los últimos años, especialmente con la introducción de competiciones como la Nations League, que ha transformado la forma en la que la selección compite internacionalmente. “Para nosotros, la Nations League ha sido un gran invento porque nos da la opción de competir de manera más equitativa, enfrentándonos a equipos de un nivel similar”, señala el seleccionador. Koldo subraya cómo la Nations ha permitido al equipo adoptar estrategias más efectivas y alinearlas con sus capacidades reales. “Esta competición nos ofrece una forma diferente de prepararnos y competir, brindando a los jugadores más oportunidades de tener el balón y de acercarse a lo que aspiramos ser como equipo”.

La relación entre Iker y Koldo en la selección se caracteriza por una mezcla de cercanía familiar y formalidad profesional, lo que crea una dinámica complicada pero profundamente respetuosa. “Casi todos los días me llama, aunque sean sólo 30 segundos, para comentar algo. Sin embargo, durante los parones de selecciones, cuando estoy convocado, hay períodos de dos semanas en los que prácticamente no hablamos. Ahora, a veces, sí que me pregunta, pero muy poco”, relata Iker con una sonrisa relajada.

“El hecho de que lleve tanto tiempo como entrenador de la selección no es algo que me preocupe por el logro en sí. Lo veo como un reflejo de la confianza que la federación tiene en mí”, dice Koldo

Este cambio drástico durante las concentraciones subraya la seriedad con la que ambos toman sus roles en la selección, aunque no sin cierto sentido del humor. “Los dos primeros años que fui a la selección, no jugaba. Y yo pensaba: ‘¿Este cabrón por qué no me pone?’”, bromea Iker. “Después, al terminar la concentración, volvíamos a hablar todos los días como si nada. Al principio cuesta llevarlo, pero luego te empiezas a acostumbrar”.

Esta dinámica también sirvió para disipar cualquier percepción de favoritismo dentro del equipo. Iker se ganó su lugar de manera legítima, algo que sus compañeros y él valoran profundamente. “Al principio, los compañeros podrían haber pensado en favoritismos, pero con el tiempo vieron que no era así. Al final, mi desempeño ha demostrado que estoy aquí por méritos propios, no por mi apellido”, aclara el arquero andorrano.

Dentro y fuera del campo, Iker y Koldo han encontrado una manera de equilibrar su relación con profesionalismo. “Tuvimos que decidir cómo hablar. Si yo le criticaba algo técnico, él no sabía si le hablaba como su entrenador o como su padre. Finalmente decidimos que, si hablamos como padre e hijo, así lo hacemos; y si hablamos como entrenador y jugador, también está claro. Eso ha hecho que todo sea más sencillo y fácil de manejar”, razona el técnico. Este equilibrio les ha permitido fortalecer tanto su vínculo familiar como su compromiso con el fútbol andorrano.

En su camino hacia el primer equipo, Iker lleva consigo sus aspiraciones y las lecciones de paciencia y perseverancia impartidas por su padre. Este valor, incrustado profundamente en su carrera, refleja el paisaje andorrano donde creció, marcado por la robustez de las montañas y la serenidad de las valles. “Viendo a Jörgensen jugar en el primer equipo, un compañero que estuvo el año pasado disputándose un puesto conmigo, me anima. Me muestra que la paciencia tiene recompensa”, comparte Iker, mirando hacia el futuro con optimismo.

La trayectoria de Iker refleja su destreza y constancia, subrayando cuánto importa confiar en el proceso. Este principio, arraigado durante su crecimiento en las alturas de Andorra y ahora frente a los desafíos del fútbol de élite, guía su carrera.  “Mi sueño de jugar en el primer equipo del Villarreal lo veo cada vez más cerca. Cada entrenamiento y cada partido es un paso hacia cumplir ese sueño”, afirma con confianza.

Iker tiene el objetivo de alcanzar sus metas y ser un faro para las nuevas generaciones en Andorra, demostrando que con empeño y constancia se pueden superar las barreras. Así, la saga de padre e hijo va más allá del éxito en el fútbol; es también un espejo de la majestuosa naturaleza y los retos del paisaje andorrano, donde cada cumbre conquistada promete nuevas perspectivas y mayores retos.

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