La Colina de Nervión
·20 de enero de 2025
La Colina de Nervión
·20 de enero de 2025
KLK son unas siglas que utilizan los raperos latinos para abreviar una expresión coloquial como «¿Qué es lo qué?», algo que viene a significar «esto es lo que hay». Pues la victoria en un campo maldito en los últimos años como Montilivi es el KLK, al comienzo de la segunda vuelta, del Sevilla Fútbol Club.
Un comentarista deportivo, generalmente buen analista, mostraba su extrañeza después del empate del Sevilla Fútbol Club ante el Valencia, ante un equipo con un juego tan plano que generara cinco o seis ocasiones claras de gol y no le concediera al contrario apenas una. La explicación no es inmediata y mucho menos evidente, pero tampoco es imposible ni misteriosa. Hay que buscarla en el estado psicológico de los jugadores, atenazados por la bronca en la grada, en la edad de la plantilla y en el proyecto en construcción de García Pimienta.
Levantar un edificio de diseño vanguardista en medio de Gaza o de Ucrania no debe ser ahora tarea fácil; tampoco lo es construir un equipo con Benavente dinamitando todo lo que puede, que afortunadamente no es todo lo que hay. El Sevilla Fútbol Club actual no es tan bueno como desearíamos, pero no es tan malo como gritan los dinamiteros profesionales que hacen caja en los entornos mediáticos del Sánchez-Pizjuán. En muchas ocasiones, el relato explica al dato, cierto; pero en otras, el dato desmonta al relato y este es el caso del Sevilla actual. El dato: 26 puntos desmontan el relato “…vamos camino de segunda”.
Francisco Javier García Pimienta dispone los recursos del Sevilla Fútbol Club muy bien; el jugador se blinda, apenas arriesga, asegura el pase, coge confianza y, a lo largo del partido, en cuanto la seguridad y la bronca le permiten, percute. El resultado es aparentemente tedioso, pero díganme ustedes cómo se puede construir un proyecto de equipo en medio de las guerras y cruzando el río a nado.
García Pimienta ha conseguido, para sus jugadores, atenuar el griterío de la bronca en la grada, lo cual no es poco, pese a que algunos canteranos parecen empeñados en ampliar el ruido. Kike Salas, con la estupidez —o no— de las apuestas y Romero, con la niñería del penalti. No sé qué hay de real en lo de Salas, pero si no hay nada, como él afirma y el sagrado principio de la presunción de inocencia le respalda, ya están tardando mucho sus abogados en demandar a los denunciantes. De lo contrario, dejar pasar la bola aquí, como en el fútbol, no sirve.
Está en juego el honor del Sevilla Fútbol Club y con eso no valen tibiezas ni esperar a que amaine la tormenta. Romero ya no está en el patio del colegio con aquello de “me lo han hecho a mí y lo tiro yo”. Lo falló y no fue una losa inamovible para el equipo, pero podría haberlo sido. Con todo esto ha bregado García Pimienta. Estas son las razones por las cuales un equipo que “no juega a nada” lleva 26 puntos.
Saúl por fin volvió y mandó, que es lo suyo. Lokonga cubrió mucho campo y con ideas; para eso vino y lo fichó el Arsenal. El indolente doncel de Suiza, Sow, hizo lo que hacía en Frankfurt; ya era hora. El otro suizo con apellido gitano lo caló en el Sevilla Fútbol Club como un signo fabuloso. Vargas progresa sin alardes sospechosos. Ejuke reaparecía después de meses en los que se le ha echado mucho de menos; volvió como él sabe: mareando y distrayendo al contrario. Estoy empezando a pensar que Ejuke es el señuelo de Lukebakio. Este obró otro de sus prodigios: marcó y ganó. Con Vargas, Lukebakio y Ejuke en el campo, las defensas contrarias no van a tener tiempo ni para consultar WhatsApp.
Mientras estas noticias nos alegraban el almuerzo, la estructura del conjunto —“ese equipo que no juega a nada”— montada por García Pimienta permitía que la baraka de mi amigo Ángel, oriundo académico de Girona (fue catedrático en aquella universidad antes de serlo hoy en la de Córdoba) y sevillista catalán converso, hiciera el resto del trabajo.
«El camino fácil siempre termina en un lugar difícil» (Phillip Marlowe en Playback, Raymond Chandler)