
Iniestazo
·1 de mayo de 2025
Lamine Yamal ilumina Europa y hace soñar al Barça

Iniestazo
·1 de mayo de 2025
Una ida de semifinales apasionante en el Lluís Companys y un Barça que deberá ganar en Milán si quiere estar en Múnich. Fue una montaña rusa de emociones que se vivió sobre el césped con el testimonio de más de 50.000 personas que llenaron las gradas, alentando a los de Flick con un mosaico increíble y un tifo con un mensaje muy claro: “Una missió: La Final”, que en catalán significa ‘Una misión: La Final’. Es el objetivo de un grupo que meses atrás no se hubiera imaginado estar peleando por volver a la cumbre del fútbol europeo.
Inicio estrepitoso. En la cabeza de nadie entraba la posibilidad de empezar tan mal. Ni un minuto se había jugado y el Inter ya se puso por delante en el marcador. Thuram pilló por sorpresa a la zaga azulgrana dentro del área y con un taconazo majestuoso adelantó al cuadro nerazzurri. Un jarro de agua fría, que, sin embargo, supo encajar bien en el juego. Los de Flick no renunciaron a su plan a pesar de verse por detrás, presionaron y dificultaron a los italianos, incapaces de salir con el balón jugado durante el primer tramo de partido.
Pero, las cosas no venían de cara, y se demostró definitivamente con el 0-2. Sin amenazar la portería de Szczesny, el Inter volvió a marcar. En esta ocasión, Dumfries remató a la salida de un córner, silenciando el Lluís Companys. Nadie lo podía creer. De la nada, el sueño parecía esfumarse, la eliminatoria empezaba a definirse de la peor forma posible. Pero, los de Flick se volvieron a levantar, como ya había ocurrido en tantas otras ocasiones esta temporada. Esta vez, pero, la reacción se debió en gran medida a un genio.
El barcelonismo cree que con Lamine Yamal todo es posible, y no es para menos. Con una desventaja de dos goles, Lamine se vistió de Messi. No, no es ninguna exageración. Agarró el balón lejos del área, y con un par de recortes ya se orientó dirección portería. Condujo, dejó atrás a todo rival y con un chut tenso y preciso, coló el balón por el palo largo de la portería de Sommer. Golazo. Su tanto despertó a Montjuïc, la gente volvió a creer. Pocos minutos después, llegó el empate de Ferran. 2-2 al descanso, ¡qué partido!
Antes, Yamal dejó el jugadón de la noche. Una acción que no terminó en gol, pero que le sirvió para consagrarse definitivamente en el mayor plano europeo. Superando el gol, condujo hacia el área y tras sentar humillantemente a Dimarco, su potente disparo, prácticamente sin ángulo, impactó en el travesaño. Era tal la incredulidad de que semejante genialidad no hubiese entrado, que el árbitro ignoró que Sommer rozó ligeramente el balón y no pitó saque de esquina.
La segunda parte transcurrió con un guion similar a la primera. El Barça tuvo el control del balón, llegando a generar ocasiones para culminar la remontada. Pero, el balón parado fue la criptonita culer por partida doble. Otra vez más de córner, de nuevo a costa de Dumfries, cayó el tercero. Caras largas, pero, que duraron nada y menos. En una reacción fulgurante, Raphinha decidió que no, que este partido no se podía perder. El brasileño reventó el balón desde la frontal del área, después de un córner servido por Dani Olmo. La pelota estaba destinada a entrar y después de golpear en el travesaño, lo hizo en la espalda del meta interista, que terminó por introducir el balón en su propia puerta. 3-3.
El marcador ya no se movió más. El Barça pudo ganar el partido, probablemente lo mereció. Lamine rozó el cuarto con un balón al travesaño. Cierto es, pero, que también se pudo perder. El fuera de juego salvó a los de Flick de encajar de nuevo. Todo se decidirá en Milán, en lo que promete ser una vuelta legendaria y para los anales de la competición.