REVISTA PANENKA
·2 de mayo de 2024
REVISTA PANENKA
·2 de mayo de 2024
El Amed SK, nuevo equipo de la segunda división turca, reúne tantos seguidores como el Galatasaray o el Besiktas. En sus tribunas ha nacido un grupo que reivindica la presencia de las mujeres en los estadios a la par que lucha por expresar su identidad kurda.
Este reportaje fue escrito en octubre de 2022 y está extraído del #Panenka122, un número que sigue disponible aquí
“Nuestra tribuna no termina en el campo. Somos una comunidad en el estadio y en las calles”. Es la máxima de Zilan Sevim, líder del grupo de hinchas Mor Barikat (Barricada Morada), una tribuna feminista de seguidoras del Amed SK, un club de la tercera división turca. Nacida hace siete años, es la primera tribuna feminista del país; desde las gradas, combate el patriarcado y las expresiones sexistas en el fútbol, al tiempo que apoya a un conjunto históricamente reprimido por su identidad kurda.
Turquía es un país que ha llegado a tal nivel de polarización que se ha dejado atrás la máxima de “todo es política” y se ha pasado a la de “todo se puede politizar”. Si una tienda vende cierta marca de agua sabes que el dueño es de la comunidad religiosa aleví, mientras que otra marca se asocia al principal partido de la oposición en el Gobierno. Los bigotes que lucen los turcos también tienen connotación política: desde los largos mostachos de la extrema derecha a la pelusilla del islamismo o el bigote que cubre el labio superior de los izquierdistas.
En el caso del fútbol no podía ser menos. En multitud de países hinchas y clubes luchan por politizar o despolitizar el fútbol. En Turquía, en cambio, ser político es algo natural. Los líderes del país tienen su club de preferencia, ya sea por su historia o porque sus colores casan con los de su partido. Las ciudades viven al límite las rivalidades, hasta el punto de que puedes terminar con problemas si llevas la camiseta de ciertos colores en el barrio equivocado.
En Diyarbakir, la ciudad kurda más poblada del país, van un paso más allá. El Amed SK no solo representa a los kurdos de Turquía, sino que sus gradas son un lugar donde aún queda un poco de margen para expresar su identidad, constantemente reprimida en otros espacios. “En nuestra región ni siquiera un partido político puede actuar con libertad. Ya no pueden manifestarse en la calle. Por eso mucha gente siente que con el Amed SK puede descargar toda la tensión acumulada”, cuenta Cahit Akin, vicepresidente del club.
El Amed SK no solo representa a los kurdos de Turquía, sino que sus gradas son un lugar donde aún queda un poco de margen para expresar su identidad, constantemente reprimida en otros espacios
La ciudad vive su ocaso después de que en 2015 se produjeran, en pleno centro, graves enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad turcas y la guerrilla kurda PKK, con un balance de más de 1.700 muertos. Poco después, el Ayuntamiento fue intervenido por el Gobierno y sus alcaldes, afiliados al partido prokurdo de izquierdas HDP, permanecen en prisión desde entonces. Muchos militantes del HDP han sido detenidos. Se han cerrado escuelas y centros culturales kurdos y se han cambiado los nombres de algunas calles. En este clima de presión de las autoridades, muchos ven en el fútbol una vía de escape, un canal para expresarse. Su número de seguidores alcanza el nivel de los grandes equipos de Estambul como el Besiktas o el Galatasaray pese a estar en tercera división. Su principal grupo de hinchas, Amedspor Barikat (Barricada del Amed SK), tiene ramas en todas las provincias de Turquía. “Somos unos 15.000 siguiendo cada partido: desde Diyarbakir y otras ciudades. Creemos mucho en nuestro equipo y vemos cada gol como una victoria contra el nacionalismo y el fascismo”, cuenta Bilal Akkalu, líder de la tribuna.
Las actividades de este grupo traspasan los estadios y es habitual ver banderas y bufandas de Barikat en protestas sindicales y de partidos de izquierda. Desde el nacimiento de Barikat, sus seguidoras sintieron la necesidad de reivindicar la igualdad entre sexos en las calles y en los estadios. “Había la percepción de que las mujeres iban a los partidos a acompañar a sus hermanos, novios, hijos, pero a nosotras también nos gusta el fútbol. No teníamos lugar en los estadios, éramos invisibles. Por eso creamos Mor Barikat”, explica Sevim. “Al principio recibimos rechazo y violencia. Nos decían: ‘¡qué haces aquí, mujer, bájate, vete de la tribuna, vete más arriba!’. Nos insultaban. Nos costó reclamar nuestro sitio pero lo conseguimos”, describe. La tribuna empezó con un grupo de diez mujeres que introdujo el color morado en los estadios.
Poco a poco fue creciendo y ya son centenares de hinchas, con su propia bandera y camisetas, que mezclan el morado con el verde y rojo del Amed SK. “Hace años que el fútbol lucha contra los insultos racistas en el campo, pero todavía se aceptan los comentarios machistas. No solo estamos en el campo reivindicando nuestro lugar como mujeres y aficionadas al fútbol, también estamos poniendo nuevos límites”, explica Redur Kader, seguidora de la tribuna feminista. “Al ver que no nos movíamos de nuestra tribuna comenzaron a escucharnos. Empezaron a considerar que nosotras también estábamos allí para animar al Amed SK. Ahora, cuando gritamos y realizamos cánticos de apoyo al Amed SK, son ellos los que callan. Ya tenemos voz propia. Nos respetan y saben que sentimos los colores del equipo tanto como los hombres. Nos gusta el fútbol y venimos a disfrutar del deporte libremente. Es lo que importa”, añade la líder de la tribuna.
Mor Barikat se sitúa en los estadios al lado de sus compañeros de Amed SK Barikat. En la calle sus miembros comparten espacio en los cafés de seguidores del equipo de Diyarbakir y se apoyan mutuamente en las luchas políticas. La tribuna apoya también al equipo femenino del Amed SK, que juega en primera, y a otros deportes con los que comparten escudo. Sin embargo, Mor Barikat siente que en el fútbol masculino hay una mayor necesidad de reivindicar su espacio. “Queremos mostrar nuestro apoyo al equipo y queremos hablar de fútbol. Queremos gritar cuando algo no nos gusta y criticar al árbitro sin que nadie cuestione nuestro lugar en el estadio”, matiza Kader. Ella ve el Amedspor como un lugar donde los kurdos nacidos en Turquía pueden expresar su identidad y se siente cómoda para reivindicar sus derechos como ciudadana. “Desde que tenemos nuestro espacio en la tribuna hemos introducido otras batallas, como el fin de los asesinatos de mujeres y la violencia machista o la lucha contra el consumo de drogas entre los jóvenes”, explica Kader.
Las afiliadas a Mor Barikat tardaron un tiempo en ser aceptadas en las tribunas del estadio, pero aún costó más convencer a sus familias de seguir con esta actividad. “La situación en nuestro país es delicada y es fácil ser detenido por expresar tu identidad kurda. Nuestras familias creían que al ser mujeres somos más vulnerables y de alguna forma más reconocibles en los estadios. Temían que nos pudiera afectar”, confiesa Sevim. Tras insistir en su participación en los estadios, poco a poco estas mujeres abrieron la puerta de las tribunas a otro tipo de perfiles. “Ahora nuestras madres ven Barikat más como una comunidad. A veces vienen a los partidos. Incluso han conocido a la dirección del Amed SK y muchas veces van a sus oficinas a tomar té”, continúa.
Las afiliadas a Mor Barikat tardaron en ser aceptadas en las tribunas del estadio, pero aún costó más convencer a sus familias. “La situación en nuestro país es delicada y es fácil ser detenido por expresar tu identidad kurda”
“Mi hermano está en prisión por su activismo político y cuando entré en Mor Barikat mis padres temían que yo terminase igual. La situación en Turquía es muy difícil, con un tuit puedes terminar detenida. Poco a poco vieron que Mor Barikat es también una actividad social, que seguimos los partidos y hacemos campañas solidarias. Con el tiempo mi familia lo ha acabado aceptando”, explica D., que prefiere no revelar su nombre.
“Nuestro club está abierto a todo el público y nuestras oficinas, también. Incluso algunos jugadores comen y duermen aquí”, razona Akin. Para el vicepresidente del club hay una correlación entre la apertura del equipo a todo tipo de perfiles y la presión que reciben sus fans por su identidad kurda. “A muchos seguidores del Amed SK ni siquiera les gusta el fútbol pero apoyan al equipo. Toda la región se puede sentir identificada con una camiseta y unos colores”, cuenta Akin. “Nada se puede separar de la política en Turquía. La forma como se percibe Diyarbakir también es una forma de mirar al Amed SK. En lo bueno y en lo malo. Nosotros también nos comemos el marrón de cada desgracia que ocurre en la región. Somos un club que enfrenta muchas injusticias”, lamenta.
El Amedspor tiene fama de ser el club más multado por una federación del mundo entero, algo difícil de medir, pero al menos en Turquía está claro que encabeza la lista. La figura más representativa de la presión sobre el club quizás sea Deniz Naki, delantero kurdo-iraquí que vistió la camiseta rojiverde entre 2015 y 2018. Sancionado de por vida por la Federación Turca de Fútbol (TFF), Naki destacó por su apoyo a los combatientes de la guerrilla PKK durante los combates contra el Ejército turco en el sureste del país y por sus críticas a la política exterior del Gobierno turco. Naki fue sancionado por hacer la señal de la victoria con los dedos, un símbolo relacionado con la lucha separatista kurda, mientras que en los estadios se permitían los gritos y símbolos nacionalistas turcos a favor del Ejército. El delantero fue incluso multado por lucir un tatuaje en el brazo con la palabra ‘azadi’, que significa libertad en kurdo. A pesar de que Naki fue el rostro más mediático de esta represión, el club se enfrenta constantemente a multas que intenta remendar con el apoyo económico de los seguidores.
Desde su cambio de nombre en 2014, de Club Metropolitano de Diyarbakir a Amedspor, en referencia al nombre kurdo de la ciudad, pasó meses sin poder jugar porque la TFF no aceptaba su nuevo nombre. Un año después, la dirección del club lo modificó ligeramente (Club de Actividades Deportivas Amed) y fue finalmente aceptado, aunque la afición y los medios de comunicación siguen llamándolo Amedspor.
Las sanciones le cuestan anualmente al club un 10% del presupuesto total y comprenden desde multas por abrir pancartas consideradas políticas en el estadio a sanciones por comentarios o quejas de la dirección por el arbitraje. En el estadio es habitual ver a los hinchas tomar acciones para evitar nuevas multas. Por ejemplo, intentan acallar a espectadores que gritan proclamas polémicas o tratan de evitar que algún seguidor lance al campo botellines o mecheros, una acción lamentablemente muy habitual cuando se producen tiros libres en los partidos de todas las ligas en Turquía, incluso en primera división.
Las sanciones le cuestan anualmente al club un 10% del presupuesto total. “Es una lucha constante para encajar”, asegura su vicepresidente
“Es una lucha constante para encajar, que en muchas ocasiones roza lo absurdo. Las multas se añaden a la falta de apoyo de las autoridades locales”, cuenta Akin. Desde que el Ayuntamiento de Diyarbakir fue intervenido por el Gobierno en 2016 y tras las elecciones locales de 2019, apenas dejan al equipo hacer publicidad ni lo ayudan en los desplazamientos a otras provincias. “Los Ayuntamientos suelen dedicar un pequeño porcentaje de su presupuesto a los equipos locales, pero nosotros no recibimos nada. Es especialmente sangrante. Por ejemplo, nuestro equipo de baloncesto en silla de ruedas necesitaba ir al aeropuerto, nosotros no teníamos un autobús adaptado y no nos dejaron uno. En cambio, cuando jugamos en casa, el Ayuntamiento facilita un autobús al equipo contrario”, critica Akin.
En medio de este clima de presión en las calles, cada victoria del Amed SK se vive con gran euforia. A finales de abril parecía que el equipo llegaba a los play-off para ascender a segunda división. La ciudad celebraba esta oportunidad como si hubiera ganado la liga. Casi todas las tiendas y vehículos colgaron carteles de apoyo al Amed SK y la dirección bajó el precio de las entradas a una lira turca, unos 0,05 euros, para que toda la gente disfrutara del equipo. “El estadio tiene una capacidad de 35.000 espectadores pero calculo que hoy seremos 40.000”, aseguraba Akin poco antes del encuentro contra el Isparta. Y tenía razón. Centenares de personas se aglomeraron peligrosamente en las escaleras y accesos a las gradas para poder seguir el partido. No cabía ni un alfiler. Toda la marabunta celebró el gol de penalti de Taner Gümüs como si se aseguraran la victoria de una gran final. “Este año hemos jugado muy bien a pesar de tener una cantera muy joven. Con el retorno de los aficionados a los estadios, tras las restricciones por la pandemia, estamos viviendo cada minuto juntos como una gran victoria”, explica Sevim. Una semana después un penalti fallado los dejó fuera de cuartos de final. Ahora el Amed SK empieza una nueva temporada aspirando a poder llegar de nuevo a las eliminatorias. Sin embargo, todos recordarán la temporada 21-22, en la que los seguidores pudieron lucir los colores del equipo en los estadios y dieron la bienvenida a nuevos compañeros y compañeras de lucha a las tribunas del equipo de tercera división más conocido del país.
Fotografía de Lara Villalón.