REVISTA PANENKA
·17 de diciembre de 2024
REVISTA PANENKA
·17 de diciembre de 2024
Amanece temprano en Razgrad. La luz del sol emerge para despojarnos de un frío que todavía se resiste en nuestros cuerpos. Mi madre aun se pregunta dónde nos hemos metido, que es incapaz de encontrar el nombre de la ciudad. Y razón no le falta, porque ni tan siquiera ampliando Google Maps aparece esta localidad perdida en el noreste de Bulgaria. A tan solo 50 minutos de la frontera, donde el tramo final del Danubio separa a búlgaros y rumanos, y a más de cuatro horas por carretera de Sofía, que se convierten en 15 si lo haces en tren. Sin embargo, nuestro trayecto ha sido aún más largo. Partiendo desde el norte de Rumanía y con parada en Bucarest, antes de llegar de madrugada a este misterioso lugar.
Un trayecto pesado, acentuado por la lentitud del tren, pero con el tiempo suficiente para conocer la historia que rodea al club de fútbol que nos acogerá en los próximos 90 minutos, el Ludogorets. De esos clubes que uno lleva viendo años merodear por Europa, pero de los que conoce apenas nada. Aunque con solo un par de búsquedas en la enciclopedia que es internet, uno debe quedarse con un nombre propio para entender lo que significa este equipo para el fútbol búlgaro: Kiril Domuschiev. El hombre más rico de Bulgaria, dueño de la empresa farmacéutica Huvepharma y desde 2010 propietario del Ludogorets. Un magnate, conocido en su país por ser el Abramovich búlgaro, y que ha catapultado al equipo de Razgrad al fútbol europeo desafiando cualquier lógica. Aunque, visto lo visto, don dinero no entiende de ello.
Pero no vayamos tan rápido, porque aquí hay muchas preguntas por responder. ¿Quién es Kiril Domuschiev? Nacido en 1969 en la capital, Sofía, quien hoy ocupa una privilegiada posición en la lista Forbes creció en un entorno selecto, estudiando en un colegio francés, y aprendiendo español desde temprana edad. Un hombre que, junto con su hermano Georgi, no tardaría en entrar en el mundo de los negocios tras terminar los estudios, y que se enfrascó en varias empresas de manufacturación de ropa y calzado. Los Domuschiev apenas sumaban 50 años entre los dos, pero ya en 1996 eran dueños del fondo de privatización Napredak Holding. En ese punto, empezaron a adquirir acciones en multitud de empresas de distintos sectores industriales, aumentando una fortuna que rubricó tres años después, cuando Kiril lanzó su propio negocio farmacéutico y fundó Huvepharma EOOD.
Pongamos un alto. Seguimos en el tren y los inmóviles páramos rumanos invitan a la reflexión. Bulgaria parece estar cerca, pero en el este de Europa las conexiones y los transportes no son coser y cantar. Entre cabezada y cabezada, me viene a la cabeza aquel partido en el que el Ludogorets logró su primera clasificación para la Champions League en 2014 con un Cosmin Moti erigiéndose en héroe en la tanda de penaltis. Pero no fue una gesta cualquiera: aquel central se enfundó los guantes de portero y atajó dos penas máximas para llevar al Ludogorets a la gloria. Un drama difícil de inventar que ya contamos en Panenka hace varios años. Bien, aquel Ludogorets se enfrentaría en la fase de grupos al Real Madrid, y aunque en ambos partidos salió cruz, por poco dejan al Liverpool fuera de competición europea.
Kiril Domuschiev, un magnate conocido en su país como el Abramovich búlgaro, ha catapultado al equipo de Razgrad al fútbol europeo desafiando cualquier lógica
Un Ludogorets ganador en Bulgaria y competidor en Europa, pero que no muchos años atrás campaba por las profundidades del fútbol de su país. De hecho, fue fundado en 2001 como Razgrad 2000, tomando el testigo del Ludogorets, club que, en ese entonces atormentado por las deudas, sucumbió al colapso financiero en 2006. Es por ello por lo que, Aleksandar Aleksandrov, presidente de la joven entidad, heredaría el nombre, el color verde de su camiseta (en honor a los frondosos bosques de la región de Ludogorie) y la modesta historia de sus predecesores. Aunque durante las primeras ocho temporadas de existencia el Ludogorets se movió por las divisiones inferiores del país sin ni siquiera causar sensación, todo cambió en 2008.
Las cosas empiezan a tener sentido mientras uno ya delira tras ocho horas metido en el tren. Todavía nos queda un poco para llegar a Bucarest, pero el ocaso del sol nos indica que estamos cerca. Hemos salido de noche, y parece que llegaremos también de noche, pero gracias a Kiril Domuschiev el trayecto se ha hecho un poco más liviano. Un Domuschiev que a principios de siglo aumentaba su fortuna conforme adquiría más negocios, y que, con su empresa farmacéutica afincada en Razgrad, tuvo un breve acercamiento con el Ludogorets, que jugaba en división regional. El club buscaba ayuda económica, y Domuschiev respondió aportando 25.000 euros. Parecía una donación filantrópica más que una inversión, pero aquel equipo logró ascender rápidamente a tercera división. Y a Domuschiev se le encendió la bombilla. Amante del fútbol, y curiosamente seguidor del fútbol español, por qué no apostar por el crecimiento del Ludogorets. Otro ascenso y las necesidades económicas dieron la llave a Domuscheiv para que, tras otra inversión de 250.000 euros, se hiciera en 2010 con la propiedad del club.
Por fin. La estación del norte de Bucarest nos recibe. No es el mejor lugar en el que quedarse, así que, tras una larga caminata por el centro de la capital rumana, con su espectacular parlamento acechando (el edificio más pesado del mundo) y un surrealista mural de Vinicius con la camiseta de la selección nacional, iniciaremos con un pequeño bus el tramo final de nuestro largo viaje. Nos vamos a Bulgaria. Razgrad se acerca. Y de nuevo, el tiempo nos permite seguir escarbando en lo que parece una historia más propia de un videojuego que de la realidad. Porque el Ludogorets, ya con Domuschiev en la propiedad, irrumpió en la máxima categoría del fútbol búlgaro por primera vez en toda su historia. Y no lo hizo de cualquier forma, sino que por todo lo alto. Copa, Supercopa y Liga. Menuda declaración de intenciones por parte del club de Domuschiev que, no como cualquier magnate, apostó solo por el dinero y los fichajes. Bajo la meta de colocar al Ludogorets en el foco europeo, Kiril tuvo claro que debía dotar al club de los mejores medios e infraestructuras. Así es como con la remodelación del estadio, donde invirtió más de cinco millones, y la construcción de una moderna ciudad deportiva, el proyecto del Ludogorets se asentó, desplazando a un lado tanto a Levski como CSKA, los dos clubes históricos de Sofía.
El pequeño autobús sale por la noche. Esta vez el trayecto será rápido. Cruzar la frontera desde Ruse nos tomará unas horas. Los ojos caen. Pero atravesamos el Danubio, y Bulgaria se abre entre nosotros. Eso sí, tan solo vemos camiones, farolas y carreteras. No es la mejor bienvenida, desde luego, pero todavía queda lo mejor. Mientras tanto, sigo pensando en lo que ha supuesto la irrupción del Ludogorets para el fútbol búlgaro. Porque desde aquella primera liga ganada en 2012, no ha habido ningún equipo capaz de desbancar a Domuschiev de su trono. Son trece títulos domésticos consecutivos, y esta temporada van a por otro. Además de tres copas búlgaras y siete Supercopas. Por algo todo el mundo odia al Ludogorets. Porque el éxito atrae al odio, y más si se encuentra la mayor fortuna del país de por medio.
En 2020, ultras del CSKA Sofia tendieron un tifo durante un enfrentamiento frente al Ludogorets donde quedaba claro el sentimiento frente al propietario de Razgrad. Su cabeza era clavada en la lanza de un guerrero búlgaro con el lema “Your God ends here”. Durante estos años de dominio, al Ludogorets de Domuschiev se le ha acusado de corromper la liga y de tener a los árbitros en su favor. No por menos el magnate ha sido acusado y llevado a juicio en más de una ocasión. Sin embargo, nada se ha podido probar en una liga históricamente corrupta, donde quien tiene poder, tiene el éxito asegurado. Pero precisamente el dominio de Domuschiev va más allá de los resultados del Ludogorets. Ese mismo año compró los derechos televisivos de la liga por 16 millones de euros a través de su empresa Football Pro Media.
Ultras del CSKA Sofia tendieron un tifo frente al Ludogorets donde quedaba claro el sentimiento frente al propietario de Razgrad. Su cabeza era clavada en la lanza de un guerrero búlgaro con el lema “Your God ends here”
El éxito atrae al odio. También a los rumores. Las malas lenguas cuentan que Kiril, quien estuvo involucrado en la gestión del CSKA Sofia, el club con el que creció, fue rechazado por la directiva al cuestionar su forma de llevar al club. Por ello, decidió apostar por el Ludogorets a modo de venganza. Otros, le acusan de usar el fútbol para blanquear dinero. Sea o no verdadero, lo cierto es que, mientras muchos de los clubes búlgaros cabalgan como caballos desbocados, Domuschiev ha conseguido implantar una estrategia clara apostando por el futuro y el progreso en la entidad. Y qué mejor forma que hacerlo que empezando desde cero. En Razgrad sonríen gracias a su figura. Porque más allá de los resultados deportivos, Kiril se ha implicado con la ciudad. Durante la pandemia, los hermanos Domuschiev donaron más de cien mil euros para ayudar al hospital, demostrando que cuando se trata de cuidar a los de casa, el magnate no tiene duda. Mientras tanto, su poder adquisitivo y su poder en los altos círculos sigue aumentando. Al fin y al cabo, es la mayor fortuna de Bulgaria.
Razgrad por fin ha sido puesta en el mapa, pero a costa de los clubes de Sofía. Hemos llegado. Son las dos de la mañana y no tenemos sitio en el que dormir. Por suerte, encontramos un hotel que nos permite descansar en la recepción. La fortuna nos ha acompañado. Aunque solo hasta las seis. Porque de nuevo, desamparados en la calle, no hay nada que nos pueda cubrir del frío. Marcan cero grados, y por momentos, como si de un aficionado del CSKA se tratara, maldecimos Razgrad. Andamos sin rumbo, buscando cobijo, y una gasolinera se convertirá en nuestra mejor aliada. Aquí la gente también madruga. Es día de partido y los primeros conductores con sus gorros del Ludogorets acuden a repostar. Hoy, Europa se convierte en la asignatura pendiente de un club que lo tiene todo en su país. Porque han sido habituales, pero las fases de grupo siempre se atragantan. Lejos queda ya aquella vez en que el escudo del Ludogorets lucía en el videomarcador de Mestalla en los octavos de final de la Europa League. Quizá la mejor actuación europea de los búlgaros. Pero por fin amanece en Razgrad, y empieza una de esas aventuras que, como dice mi madre, solo ocurren cuando eres joven. Todo sea para ver un partido de fútbol.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografías de Gorka Urresola.