MiBu Media Group
·14 de noviembre de 2024
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Próxima parada: Feldstraße. No es necesario buscar en el móvil cómo llegar al estadio. Al montar en el metro, la marea de bufandas marrones y sudaderas con calaveras nos lleva a nuestro destino: el Millerntor Stadion de St Pauli.
Es una tarde de noviembre fría y muy gris cuando llegamos a la explanada del Heiligengeistfeld. En los alrededores del campo, y bajo la atenta mirada del monstruoso búnker de la Segunda Guerra Mundial reconvertido en hotel, los aficionados locales hacen el ritual pre partido por los bares de la zona. Aquí solo se bebe cerveza Astra, muy asociada al club y al barrio. Que a nadie se le ocurra beber Holsten, que es la del Hamburger SV.
Puede parecer un sábado cualquiera en el barrio rojo de Hamburgo, y es que los alemanes nunca van a perder los papeles en público. La afición está satisfecha. Se está sufriendo en la vuelta a la Bundesliga, pero es una de esas aficiones que siempre va a estar para el equipo sin importar el resultado. Los valores del club, abiertamente antiracista, antifascista y pro refugiados, son el mayor orgullo de una afición que nunca ha celebrado ningún título.
2011: El FC Bayern vence 1-8 en su última visita al Millerntor.
Sin embargo, hoy ocurre algo que no se vivía desde 2011 y que sí es motivo de celebración. El FC Bayern visita al St Pauli trece años después. Un partido marcado en rojo en el calendario para los Kiezkickers. En la tienda del club aún venden camisetas de recuerdo de cuando en 2002 el St Pauli venció 2:1 a los bávaros, en aquel momento campeones del mundo. Desde entonces, se autoproclaman ‘Weltpokalsiegerbesieger’: los verdugos del campeón del mundo.
Al entrar al campo, eso sí, el Millerntor no es un infierno como acostumbra. Aquí se respeta al FC Bayern y se le admira. Me atrevería a decir que como en toda Alemania, aunque en algunos campos duela admitirlo. De hecho, jugadores como Thomas Müller o Manuel Neuer son ovacionados al saltar al campo. Incluso el tifo que han preparado aficionados locales y visitantes es compartido, ya que las dos aficiones están hermanadas.
El espectacular tifo del fondo ultra del FC St Pauli.
No se olvidan de que, allá por el año 2003, cuando los piratas estaban cerca de la bancarrota, el FC Bayern organizó un partido cuyos ingresos fueron destinados a salvar al club. Es por eso que, a pesar de las muchas cosas que diferencian a los dos clubes, el ambiente es festivo y en ningún momento hostil.
El partido se vive con una mezcla de resignación y admiración. Los de marrón apenas pasan del medio campo y el Bayern se encarga de dormir el partido y la grada con posesiones eternas de un lado a otro. Al mismo tiempo, la expectación es máxima al tener a auténticas celebridades del fútbol a apenas unos metros de distancia. Cuando marca Jamal Musiala, escucho detrás de mí a dos socios hablando comentando la jugada: «Es un gusto verle jugar, pero hoy…es un sufrimiento continuo». Creo que resume a la perfección la opinión de toda la afición local.
Al final, los visitantes se llevan la victoria con un justo 0:1, aunque el empate nunca estuvo cerca. Tampoco importa. Las banderas piratas siguieron ondeando. Los 30.000 aficionados que acudieron al estadio siguieron cantando hasta el final. Orgullosos de su equipo, orgullosos de su barrio. Y es que en el Millerntor, el fútbol siempre ha sido mucho más que tres puntos.