ECUAGOL
·9 de septiembre de 2024
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Cuando el fútbol femenino estaba lejos de lo que es hoy y de lo que tiene que llegar a ser, cuando las niñas aquí soñaban -de forma algo utópica, porque no había futuro- ser como Messi, Iniesta o Xavi, al otro lado del charco, en Estados Unidos, pedían en Navidad la camiseta de Alex Morgan (San Dimas, 2 de julio de 1989). Ayer, tras un anuncio inesperado esta semana precipitado por la noticia de su segundo embarazo, la histórica delantera californiana colgó los botines para dar paso a una leyenda que deja un legado mucho más grande que su huella futbolística.
Los dos mundiales (2015 y 2019) y el oro olímipco (Londres, 2012) con Estados Unidos la convirtieron en una de las mejores futbolistas de la historia. Es la quinta máxima goleadora de la selección estadounidense (123 tantos y 53 asistencias) -debutó con la absoluta en 2009, cuando todavía iba a la Universidad, y ha sumado 224 internacionalidades- y deja una herencia para la generación actual y las futuras que hace que, cuando miren hacia atrás, sepan que en gran parte están donde están gracias a ella.
Alex Morgan es mucho más que goles, victorias y títulos. Es la imagen y la voz, líder, de una generación que abrió camino al resto dentro y fuera del campo, por su contribución a la lucha por la igualdad. Junto a Megan Rapinoe o Carli Lloyd, entre otras, formó parte de un grupo de jugadoras que llevó el fútbol femenino estadounidense a otra dimensión, en términos deportivos -fue una generación dorada que estaba a años luz del resto de países- como sociales.
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