
En un momento dado
·27 April 2025
Carpe diem

En un momento dado
·27 April 2025
Quizá el mejor partido de Gerard Piqué con la camiseta del Barça fue en una final de Copa. En uno de esos escenarios de sufrimiento para los demás que el central catalán surfeaba con agrado. Casi como un estímulo. Como un reto. Como una invitación a gozar la dificultad. Ser central en el Barça de Flick tampoco es tarea sencilla. A todas las funciones que el fútbol de las últimas décadas ha incorporado a su oficio, el conjunto culer añade una muy determinada forma de defender, desplazando a la defensa muy arriba y diseñando saltos pronunciados en la presión que suelen exponer enormemente a sus futbolistas de cierre. A estos les toca gestionar la coordinación de la línea defensiva, los metros a su espalda, las ayudas a banda o las entradas desde la segunda línea del rival. En la mayoría de casos, cualquier desajuste equivale a una ocasión de gol clara, debido a la escasa red de seguridad con la que la propuesta los abriga, en pos de reforzar batallas que se libran en otras zonas del campo y que se entienden potencialmente más productivas.
La empresa, ya de por sí muy exigente, debería ser directamente imposible para un central apenas mayor de edad. Pau Cubarsí, sin embargo, firmó su mejor partido con la camiseta del Barça en una final de Copa disputada contra el Real Madrid. Teniendo en frente a Vinícius, Bellingham o Mbappé, y afrontando fases del partido en las que su equipo fue superado. Su lectura del juego y la posición, su orientación corporal, su intuición en el corte y esos despejes maldinescos que terminan convirtiendo un gesto defensivo en una acción ofensiva, fueron base y sostén del primero de los títulos que aspira a levantar el Barça en el tramo final de la temporada.
Con dos precedentes este mismo curso de muy claro color azulgrana, el duelo arrancó con distinta forma pero mismo fondo. La suplencia inicial de Mbappé le permitió a Ancelotti poblar el mediocampo con un futbolista más, juntando a Bellingham, Valverde y Tchouameni por dentro, por detrás de Vinícius, y escorando a Ceballos a la banda izquierda. A partir de un 1-4-1-4-1, la apuesta del italiano buscó principalmente reforzar e igualar los emparejamientos con el centro del campo culer, utilizar a Jude y a Fede para que Pedri y De Jong no recibieran cómodos, y cerrar con Tchouameni en la zona que transitaría Olmo. A cambio, el planteamiento blanco transigiría con la libertad de uno de los centrales del Barça, ventaja que le correspondió a Iñigo Martínez toda vez que el punta madridista priorizó claramente tapar la salida de Pau Cubarsí. Sobre el sector izquierdo de la salida de balón barcelonista trabajaría en soledad Rodrygo, quien durante el primer tiempo no alcanzó a sostener el encargo. En la posición del brasileño acertó el Barça a jugar un dos contra uno con Iñigo y Gerard Martín que, aprovechando que Raphinha sujetaba la marca de Lucas Vázquez y la arrastraba hacia el centro, permitiera al lateral proyectarse cómodamente por banda y alcanzar posición de ataque.
Situado en tres cuartos de campo, el impacto de Gerard no fue el que en otros escenarios similares ha tenido Balde en cuanto a nivel de profundidad, desborde o amenaza al espacio, pero sí que le sirvió al Barça para encontrar un punto de apoyo sobre el que hacer girar al sistema defensivo del Madrid de tal modo que luego el balón no sólo pudiera regresar al centro, sino que lo hiciera con las líneas del rival separadas y su mediocampo girado hacia su propia portería. Así el Barça saltó la primera barrera madridista, pudo mover el esférico en campo rival encontrando a futbolistas libres con los que alargar la posesión y fue construyendo con el esférico un escenario ingrato para los posteriores contraataques del rival. A los de Flick les faltó en este tramo algo de veneno y acierto en última línea para traducir en el marcador la superioridad de su juego, pero a cambio consiguieron un dominio colectivo e individual que obligó a Ancelotti a actuar ya antes del descanso.
Y es que muy desarbolado por la circulación controladora del Barça, hasta la intervención del italiano el Madrid prácticamente no encontró soluciones para transitar. Saliendo en corto no sobrevivía a la presión en campo contrario del rival, mientras que la alternativa del juego directo y casi siempre frontal chocó contra el buen hacer en este apartado de Iñigo, Cubarsí o Koundé. Lo que hizo Carlo tras el gol de Pedri fue en realidad la maqueta de lo que, con más éxito, plantearía en la segunda mitad. En primer lugar, modificó la forma de defender de los suyos, ahora saltando con Lucas sobre Gerard Martín para que Rodrygo pudiera estar más pendiente de Iñigo Martínez, y dejando el emparejamiento con Raphinha para Asencio. En segundo lugar, también a la hora de iniciar el juego proyectó de forma más pronunciada a su lateral derecho, en este caso para generar un espacio libre al que pudiera descender Valverde para intervenir.
Como se apunta, esto fue la prueba. La versión definitiva llegó en la segunda parte, ya con Mbappé sobre el campo, Vinícius en banda izquierda, Modric participando en la base y Valverde haciendo las veces de lateral derecho. El cambio de posición del uruguayo tuvo un impacto en el partido tan inmediato como positivo para su equipo, pues más allá de solventar muchos de los problemas defensivos que había tenido el Madrid en el carril, incrementó sus amenazas. Liberó a Güler, secundó a Modric y empujó a todo el conjunto a una presión por pares que multiplicó los duelos y desde la que se hicieron grandes Bellingham y Tchouameni a la hora de ganar segundas jugadas, impedir el avance culer y, en consecuencia, permitir que los ataques blancos comenzaran mucho más cerca del área de Szczesny que en el primer tiempo. Como resultado, los de Ancelotti le dieron la vuelta al marcador.
Llegó el turno de Flick, que al igual que Carlo acertó con los cambios para darle a su equipo lo que necesitaba. Para aumentar el poder de los suyos en los duelos dio entrada a Araújo, Gavi y Fermín, influyendo así defensivamente en la zona de Mbappé y en la de Bellingham, e incorporando el giro, las carreras y la protección del cuero de sus dos nuevos centrocampistas para lograr una salida. Pudiendo transitar a partir de Fermín y un colosal Ferran Torres, y activados ambos por el pie izquierdo de Lamine, volvió a encontrar el Barça la profundidad en su juego, la posibilidad de hacer recular al Madrid y de obligar a los blancos a iniciar sus ataques desde las inmediaciones de Courtois. Volviendo a poner en valor la presión culer para forzar a los blancos a buscar balones largos que murieran en las cabezas de Koundé, Cubarsí, Araújo y de un Iñigo ya situado como lateral, o que fueran ganados en segunda instancia por Gavi o Eric en mediocampo. Un Barça que volviera a defender mirando hacia adelante, por arriba con Araújo y por abajo con Cubarsí, empujando a los laterales hacia campo rival.
Para que Koundé no corriera hacia atrás siguiendo a Vinícius, sino que lo hiciera hacia adelante anticipándose a Brahim. Con la misma fe que un equipo que no hubiese sufrido. La fe de un equipo que aún tiene que ganar mucho pero que, sobre todo, en realidad prácticamente todavía no ha perdido.
– Foto: Fran Santiago/Getty Images
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