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En un momento dado
·23 Februari 2025
La amenaza de las dos espaldas
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En un momento dado
·23 Februari 2025
El planteamiento, enfoque y ejecución de la táctica del fuera de juego será uno de los elementos recordados del primer Barça de Hansi Flick termine como termine la temporada para los azulgranas. Una apuesta, sobre el papel de mucho riesgo, vinculada a la presión en campo contrario y, sobre todo, a una línea defensiva muy agresivamente adelantada. Una zaga con muchos metros a la espalda que no está pensada en virtud de su capacidad para corregir corriendo hacia atrás los metros que la separan de su portero, sino para salvaguardar todo este espacio liberado dando pasos hacia adelante para sacar de la ecuación a los delanteros rivales. Una estrategia que no se basa en ganar el duelo contra el oponente corriendo a campo abierto, sino en intentar que siempre que sea posible el duelo ni siquiera llegue a darse.
Durante meses, la radicalidad de la propuesta funcionó además como un señuelo. Como una trampa que a modo de aparente imprudencia invitaba a que los contrarios trataran de alcanzar la espalda de la zaga culer de forma directa y vertical. Ocurrió que, ante estos escenarios, la idea de Flick prácticamente siempre logró imponerse. Viajando el balón de manera frontal, desde atrás hacia delante, a los defensores culers les asistía una ventaja: sólo tenían una espalda que atender, la suya. Es decir, la espalda del jugador coincidía con la espalda de la línea defensiva. O lo que es lo mismo, si no veían al delantero es que éste estaba detrás suyo y, por lo tanto, en posición de fuera de juego. Igualmente, cualquier rival que quisiera ganarles la espalda entrando desde la segunda línea arrancaba frente a sus ojos y, en consecuencia, tenía menos opciones de sorprender. Toda amenaza en posición correcta podía ser vista, y todo aquello que no podía ser visto no era una amenaza.
Sobre esto ha gravitado el principal camino en la forma como los equipos contrarios han matizado la manera de atacar la línea adelantada del Barça. Con el Bayern como primer ejemplo y modestos como la UD Las Palmas como perfectos replicantes, la clave del cambio ha sido forzar a que los zagueros culers tengan que controlar dos espaldas en lugar de una. Esto es, que la espalda del defensor ya no coincida con la espalda de la línea defensiva. La receta para conseguirlo ha venido situando en las bandas el origen del pase en profundidad, abandonando así los caminos más directos y frontales que el Barça ha gobernado durante el primer tramo de la temporada. La idea es la siguiente: el equipo lleva el esférico al costado, sobre la posición de uno de los extremos, para que este jugador aguante la pelota y cambie la orientación corporal de los azulgranas, que de este modo pasan de mirar frontalmente hacia la portería rival para hacerlo, de lado, hacia la línea de banda.
Es aquí cuando surge la segunda espalda y aumenta la dificultad, pues, ahora, aquello que el defensor no ve ya no se encuentra necesariamente en fuera de juego. No está fuera de su visión porque esté por detrás de la línea defensiva, sino, por ejemplo, porque con la defensa mirando hacia la banda izquierda la amenaza entra desde el carril central o la banda derecha (Imagen arriba). Al respecto, son varios los equipos que han hecho daño al Barça reproduciendo parejas de volantes externos con un patrón característico muy marcado. A un lado, futbolistas con esencia de mediapunta capaces de conservar la pelota, juntar rivales a su alrededor y filtrar el pase. Al otro, estiletes muy vinculados a la punta y en el pasado emparentados con el área, encargados de tirar la diagonal corriendo al espacio. En el primer grupo, los Kubo, Lo Celso, Óscar Rodríguez o Moleiro. En el segundo, los Becker, Chimy Ávila, Munir, Giuliano Simeone o Sandro Ramírez.
La UD Las Palmas de Diego Martínez ya ha puesto en práctica esta alternativa dos veces este curso ante los de Flick. La última, este fin de semana, con el añadido del juego directo hacia McBurnie como paso previo para fijar dentro antes de llevar el balón hacia los costados. Se trata de un principio del ataque, no sólo aplicable al fútbol, que el Barça ha desarrollado esta temporada para tratar de poner en ventaja a dos de sus futbolistas más determinantes: Lamine y Raphinha. En ello, Dani Olmo ha supuesto un elemento capital, pues el de Terrassa posee una capacidad élite para habilitarse entre líneas, controlar sin espacio, girarse y soltar el pase hacia el compañero. Atrae hacia adentro y suelta hacia afuera. Junta abajo y pasa hacia delante. No por nada, las semanas más incómodas de Lamine Yamal en el primer equipo han ido de la mano de una participación más intermitente del ex del Leipzig -también de una menor presencia de Cubarsí en el perfil derecho del ataque-.
A Dani Olmo lo distinguen tres grandes virtudes que lo convierten en un socio propicio para la joven perla del Barça. Su extraordinario nivel técnico y desempeño en espacios reducidos lo habilitan como complemento para la asociación, para tejer paredes alrededor de las cuales progresen ambos futbolistas. Su capacidad para controlar y conservar el cuero a la espalda del mediocampo rival, por otra parte, supone un punto de atracción para el sistema defensivo que absorbe ayudas y coberturas que en otras situaciones estarían enfocadas a las bandas y multiplicarían el número de obstáculos a vencer para el extremo. Finalmente, su lectura de los espacios le permite ajustar su colocación y desmarques a las decisiones que va tomando Lamine Yamal a lo largo de la jugada, moviéndose hacia fuera, hacia arriba o manteniendo la posición según demande cada acción. Con él, el Barça gana techo.
– Foto: Florencia Tan Jun/Getty Images