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La Colina de Nervión

·4 April 2025

Vendan ya

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Más allá de la derrota, lo que ha preocupado a la afición del Sevilla Fútbol Club es la triste imagen que dejó el equipo en el derbi. Sobre todo, cuando tenía toda una segunda parte por delante para igualar un marcador que se había puesto en contra por deméritos propios más que por méritos de un mediocre rival que solo tuvo que aprovechar los regalos de su oponente.

Ver a tus impotentes jugadores sin alma, sin energía, sin tensión… renegando de la casta y el coraje mínimo que se exige para defender el escudo del Sevilla Fútbol Club, no tiene más remedio que herir el corazón de una hinchada que, máxime en un partido de rivalidad local, requiere que se dejen hasta la última gota de sangre en el envite.


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Se podría argumentar, en defensa de la plantilla sevillista, que el exceso de nervios o de tensión competitiva se convirtieron en un obstáculo para el buen hacer de los futbolistas, pero no fue eso lo que se evidenció sobre el terreno de juego. Como tantas otras veces, lo que manifestaron todos los jugadores visitantes que saltaron al césped de Heliópolis fue desidia e incapacidad, como no podía ser de otra manera, ya que estos son los rasgos que hoy caracterizan a esa entidad fundada hace 135 años llamada Sevilla Fútbol Club. La desidia y la incapacidad manan desde la cúspide organizativa e invaden todos y cada uno de los estamentos que componen esta sociedad, empresa, club o como quieran denominarla.

En esa cúspide aparece la figura de alguien, José María del Nido Carrasco, que, en condiciones normales, jamás en su vida habría soñado con alcanzar la presidencia de una empresa que gestiona un presupuesto superior a los 100 millones de euros, ya que sus habilidades competenciales apenas llegan para ocupar un discreto puesto administrativo. Carrasco es tan consciente de sus limitaciones y de su impopularidad que el día en el que el equipo se daba un baño de masas previo al derbi con un entrenamiento ante su afición en el Sánchez-Pizjuán dejó el palco vacío y pasó la mañana en Cantillana, por donde paseó con sus dos retoños —pobres bebés que algún día serán conscientes de que su padre fue un inútil presidente del Sevilla FC— mientras su esposa compraba los mantones de Manila que lucirá en la próxima Feria.

Para desgracia de la entidad, Carrasco es solo el más incompetente de todos los que componen el Consejo de Administración, lo que provoca esa extraordinaria zozobra que hoy inunda el alma de un sevillismo que no confía en ninguno de quienes hoy son propietarios de la entidad. Por ello, la única solución que se espera es que todos esos que poseen grandes paquetes accionariales cojan su dinero y corran lo más lejos posible de Nervión para que otros gestores con más competencia y más interés por revalorizar el club, y también su inversión, tomen el mando.

La progresiva depauperación que atraviesa el club, cuyo reflejo inevitable se pone de manifiesto en el terreno de juego partido a partido, sólo se corregirá cuando los incompetentes vendan sus acciones a inversores más capacitados, lo cual no va a ser difícil, así que cuanto antes se produzca dicha venta, mejor será. Por ello, la atención de la afición durante el próximo verano no será si se compra o se vende a tal o cual jugador, sino que estará centrada en quiénes van a ser los próximos propietarios de la entidad, ya que ninguno de los actuales accionistas -y ninguno es ninguno- concita la confianza necesaria para sosegar los ánimos.

En este contexto, es lógico que en algunos sectores del sevillismo se asiente la duda sobre si el futuro va a ser incluso peor que el presente, pues no en vano numerosos casos hay en el fútbol español en los que el nuevo propietario empeora al anterior. Pregúntenle si no a la afición del Valencia CF. Pero sobre el papel no es lógico pensar que alguien gaste cientos de millones de euros en comprar las acciones de una sociedad para empobrecerla haciendo una mala gestión.

Evidentemente, la lógica empresarial indica que quien emplea una gran cantidad dinero en adquirir una propiedad lo que debe pretender es rentabilizar su inversión realizando una buena labor, lo cual, en el ámbito futbolístico, significa mejorar el equipo, luchar por grandes objetivos y, si es posible, conquistar títulos y gloria que incrementen el valor de su propiedad. Es decir, que tanto la teoría como la práctica aconsejan, pues, que se aceleren esos contactos ya existentes para que los Del Nido, Castro, Alés, Carrión y compañía vendan de una vez sus acciones y disfruten de sus abultados beneficios, pero por favor, lejos de Nervión. Su etapa ya se agotó.

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