2-3: Start crying your heart out | OneFootball

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La Galerna

·11 febbraio 2025

2-3: Start crying your heart out

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Un afortunado City sobrevive a sus errores, al dominio blanco y la sucesión de oportunidades perdidas por un Madrid mejor que se complicó solo, pero que gana por primera vez en el Etihad, doblega a Pep y pone un pie en los octavos de la final de la vieja Copa de Europa.

Además, cuando nadie lo esperaba, el duelo entre dos viejos adversarios, el astuto zorro de Reggiolo y Sant Pep de Santpedor, se inició con un sorprendente homenaje a don Javier Clemente Lázaro. Dias, Aké, Akanji, Gvardiol y Stones, cinco centrales, cinco, titulares en el once inicial de Guardiola al que sólo le faltó probar a Ederson como lateral izquierdo como hiciera el de Baracaldo en tierras nórdicas.


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Mientras Mbappé se cambiaba las botas, el Madrid compareció, infiel a su costumbre, con el colmillo afilado, presto a aprovechar el galimatías táctico blue. Pronto, muy pronto, Vini se escapó mano a mano ante el portero que lo derribó claramente en el área. El carioca parecía en aparente fuera juego, y subrayamos aparente, porque nunca nadie nos lo certificó en ninguna repetición 3D o recreación 360 en lo que constituye, a la fuerza, un nuevo ejercicio de fe ciega en el catecismo arbitral moderno.

Vini, en cualquier caso, parecía con duende esta noche. Pronto se deshizo de algún central en la medular con un caño y sirvió a Mbappé, que cruzó infructuoso para toparse con Ederson. El culmen, no obstante, del barroquismo llegó al instante con los arabescos con el que un tuya-mía de Vinícius y Mendy acabó con el portero por los suelos y el lateral francés estrellando el balón sobre algún otro central del City. El Madrid zarandeaba a los locales, Pep empezaba a estar tentado de rascarse compulsivamente la calva, todo eran buenas noticias para la parroquia merengue, salvo una: el resultado gafas (0-0).

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Y entonces llegó Haaland.

A los 18 minutos, un pase profundo desde la izquierda de un omnipresente Gvardiol —que no sabemos si será el embrujo balcánico de su apellido, pero siempre nos cruje— permitió al gigante de los fiordos combinar con De Bryune, que oteó el horizonte con su rostro tostado por el sol cual granjero de Oklahoma y envió largo y profundo dentro del área. Allí, de nuevo Gvardiol, otra vez y ante la desesperación de Asencio, sirvió un pase de pecho para que Haaland fusilara. Y cuando este cronista suspiraba por un partido lejos de las insufribles sesiones de VAR patrio, la UEFA nos deleitó con su propio espectáculo en busca de un presunto fuera de juego, y requirió todo un tiempo muerto para que sus delineantes, capataces, calculines, aparejadores y arquitectos varios delimitarán la legalidad del gol del noruego. Un gol como la catedral de Trondheim, dicho sea de paso, más allá de este delirio cuántico que preside nuestros días de fútbol.

El Madrid trató de sacudirse el inesperado golpe mediante un latigazo en una losa de Vini al larguero, un disparo que golpeó en otro central tras delicado caño de Goes sobre, obviamente, otro central dispuesto por Guardiola, así como otro intento lejano de un Ceballos que luce cada noche mayores galones de mariscal de campo. El City había sido reducido a un Eibar pero gobernaba el resultado para asombro —y herejía, suponemos— del guardiolismo.

Al final, los merengues, hoy de horrendo y funesto color butano, acabaron por acusar el impacto.

La pájara de Grealish, sustituido en el primer tiempo por Phoden, anticipó los mejores momentos de los skyblue de Pep. El propio Phoden probaba a Courtois mientras el Madrid, pelín depre, deambulaba atontado en busca del balón. Asencio, aguerrido, voceaba a sus compañeros en busca de una reacción.

Una respuesta que llegaría en el segundo tiempo, al que llegamos después de un misil tierra-aire de Valverde, dos intentonas de Mbappé y tras comprobar la fortaleza del menudo arbitro francés, Clément Turpin, que chocó involuntariamente con Haaland… y dejó por los suelos al coloso de las nieves. Oh la la.

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Haaland disparaba a la cruceta nada más reiniciarse el encuentro. Pero fue un espejismo.

El Madrid, autoritario, comenzó a acogotar al City con un sinfín de ocasiones agravadas por el bueno de Rico Lewis, el voluntarioso jugador inglés más tierno que un pudin que sustituyó al descanso a un lesionado Akanji— al que Vinícius martirizó durante largos minutos en los que, sonados, los de Guardiola vagaban por la existencia.

Pero el gol se hacía de rogar. Lo intentaron de cabeza, con la zurda, con la diestra… y acabó llegando con la espinilla y tras una falta directa fallada por Fede. El esférico regresó a Ceballos que, inteligente, sirvió un balón interior al área donde, fulgurante, entraba solo Mbappé haciendo trizas el fuera de juego. Parecía gol seguro hasta que el astro francés remató con la espinilla. Afortunadamente, el balón bombeado se colaba mansamente dentro del arco blue.

Empate rarísimo, pero más que merecido, y media hora para el final.

El Madrid se vino arriba con un City grogui y temerario perdiendo frecuentemente balones en la salida. Valverde, he´s here, he´s there, he´s fucking everywhere y jugando desde el lateral derecho, cruzaba fuera a un palmo del poste, Ederson salvaba la papeleta ante Jude y hasta los palos conspiraban en contra de la remontada blanca. Los hados no estaban con los de Carletto y a los 76 minutos una desafortunada e imprudente entrada de Ceballos, sobre un Phoden que bailaba sobre la línea tras burlar a Mendy, acabó con un irremediable penalti señalado por el francés.

Haaland desde los once metros hacia el 2-1.

Inyustisia, que diría Cristiano.

Pep agotaba sus cambios mientras Carletto, perezoso, ordenaba el ingreso de Modric y Brahim en el terreno de juego. Sólo faltaban cinco minutos. Providencial decisión. Fue precisamente el malagueño —no lo olviden— quien devolvió las tablas al marcador tras un cuando menos pintoresco saque de puerta de Ederson que propició una contra madridista, un disparo seco de Vini sin ángulo que despejó con el pecho el propio Ederson y que recogió Brahim para hacer el empate. No sería la última alegría de la noche ni el último regalo de algún central cityzen alineado por Guardiola.

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En el descuento, Vini le birló la cartera a un desdichado Rico Lewis para marcharse solo ante un hoy muy ocupado Ederson y lo superó con una vaselina defectuosa que recogió Bellingham con suspense para marcar el gol de la victoria y hundir hasta el infinito en el cuello de su anorak a Juanma Lillo, fiel escudero en el banquillo inglés de otro compungido y cariacontecido Guardiola.

Primera victoria en el Etihad en un partido en el que el Madrid mereció sentenciar una eliminatoria que, dada la caraja de unos y otros, permanece abierta. El Bernabéu dictará sentencia.

Getty Images.

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