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La Galerna

·13 marzo 2025

Hay que estar loco para no ser del Madrid

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Buenos días dos veces, amigos. La vida es aquello que transcurre mientras los propios se quejan de su equipo, los extraños lloran y el Madrid supera otra eliminatoria complicada en Champions. Y nunca va a cambiar. Los madridistas no aprendemos que es mejor esperarse al final para saber quién se clasifica, y los antimadridistas no aprenden ni siquiera el reglamento. Lo preocupante es esto último, por supuesto, porque los enfados preventivos que nos agarramos nos perjudican solo a nosotros, pero el relato falso de los antis amplificado por los medios sí cala, desgraciadamente.

Al Madrid, por suerte, le da igual y sigue paseando por la vida al son de Walk Of Life de Dire Straits y al ritmo de las rodillas in the guánter del Loco Rüdiger.


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He got the action, he got the motion

Oh, yeah, the boy can play

Dedication, devotion

He turnin' all the night time into the day

And after all the violence and double-talk (doble toque)

There′s just a song in all the trouble and the strife

You do the walk, yeah, you do the walk of life

Hmm, you do the walk of life

Woohoo

Woohoo-hoo

Woohoo-hoo

Woohoo

Woohoo-hoo

(Rudi-rodillas in the guánter again)

Cómo te queremos, Antonio. Hay que estar loco para no ser del Madrid.

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El partido en sí fue una oda a las cardiopatías. Arrancó con susto de infarto. La habitual pájara inicial blanca se tornó en una avutarda de dos toneladas que aplastó la concentración defensiva del equipo y antes del medio minuto ya había concedido un gol que invalidaba la victoria en el Bernabéu y, además, colocaba la eliminatoria justo donde la quería el Cholo.

El Madrid se rehízo en cierto modo e intentó penetrar la membrana atlética, pero con el mismo éxito que a la postre demostró el Atleti a la hora de aprovechar el regalo inicial blanco. Los de Ancelotti se chocaban una y otra vez contra el muro sin llegar a arañarlo, pues las ocasiones, paradójicamente, eran colchoneras. Y cuando hubo una ocasión inmejorable, el penalti cristalino cometido sobre Mbappé, Vini lo lanzó a San Fernando de Henares. Más castigo para el corazón blanco.

Se llegó a los penaltis. El Madrid ni supo (ni le dejaron, de eso hablaremos más tarde) perforar la meta rojiblanca. No estaba contento, obvio. Sin embargo, Simeone, que ni supo (ni le dejaron, Courtois paró todo a partir del gol) aprovechar que se encontró con una eliminatoria en bandeja, celebró los penaltis como si fuesen su objetivo y no la clasificación. Diferencias. Sí lo podemos entender. Revelador.

El resto es historia. Otra tanda para el recuerdo. Julián tocó la pelota dos veces, el VAR lo detectó y anuló el gol. Lucas, aunque resulte extraño, falló su lanzamiento, pero no importó porque Llorente estrelló el suyo contra el larguero y el Loco Rüdiger la volvió a meter. Y pelota también.

Éxtasis, júbilo, Rudi-rodillas in the guánter.

Después, lo esperado en la trinchera rival: no aceptación de la realidad y el vuelco en los demás de las frustraciones propias.

Comportamiento entendible en caliente en los aficionados, pero no en los profesionales adultos de la prensa, que comenzaron a difundir la pataleta del forofo colchonero de a pie para crear la idea en el imaginario colectivo de que hubo robo del Madrid.

Según ellos, o bien Julián no tocó el balón dos veces en el penalti o bien sí lo tocó, pero es injusto aplicar el reglamento porque lo tocó muy poco. Solo la puntita.

Es doloroso, pero no es legal marcar un penalti tocando dos veces el balón. Es más sensato pedir responsabilidades al entrenador mejor pagado del mundo, que no supo aprovechar la oportunidad de una clasificación que se le había puesto a tiro. Hasta es más lógico enfadarse con la naturaleza del Madrid, cuya grandeza le lleva irremisiblemente una y otra vez a lograr gestas como esta.

Provoca alipori ese victimismo infundado, sobre todo después del penalti tangado en la ida y los dos, al menos, de la vuelta, de los cuales, misteriosamente, no dice nada la prensa.

La mano de Guiliano en el área es catedralicia. Pero, oh, sorpresa, es natural, como el zumo de naranja. La del Getafe el otro día debió de ser de plástico y por eso se pitó. Una de las derrotas de nuestro tiempo es asumir sin rebelarse que una mano separada del cuerpo que va al balón e interrumpe su trayectoria y por tanto la acción peligrosa rival no sea penalti. La voluntariedad de la mano ahora se ha desplazado al árbitro, a que quiera pitarla o no.

As resalta en su portada un artículo de Alfredo Relaño: «El sexador de pollos irrumpió en la fiesta».

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Este asunto merece capítulo aparte. El veterano y brillante periodista se lamenta de que entrase el VAR para hacer cumplir el reglamento «avisó al árbitro y lo anuló por doble toque. Una gracieta del VAR…». La legalidad no es una gracieta del VAR, querido Alfredo.

Continúa confesando que «el aficionado telúrico que uno lleva dentro se resiente al ver que una eliminatoria gigante se pueda resolver por una interpretación a la tremenda de una nimiedad». Que se toque el balón dos veces en un penalti no es interpretable ni una nimiedad, pues no tiene graduación: o hay dos toques o no, del mismo modo que un balón entra o no en la portería. Si entra, es gol; si no entra, no es gol. No podemos pedir la no concesión de un tanto porque atravesó la línea de meta por apenas un centímetro. Es una soberana memez equiparable a poner el grito en el cielo porque la final de los 100 metros lisos la gane por tan solo 5 milésimas de segundo el atleta que venía remontando y el que fue rebasado se quedó con dos palmos de narices. Seamos adultos para asumir las frustraciones, que ya tenemos una edad.

Cabe preguntarse si lo que realmente se quiere es que los tantos sean legales o no en función de si son en contra o a favor del club presidido por Florentino Pérez.

Si fastidia el reglamento, lo que hay que hacer es cumplirlo.

El doble toque fue evidente y en el campo el primero que lo sintió fue el propio Julián, que no sabía dónde meterse antes incluso de que lo anulase el VAR. Courtois también avisó, y el propio Mbappé, que se encontraba a cincuenta metros, corrió a notificárselo al cuarto árbitro. Cómo sería de claro que hasta Sport lo confirma en su portada: «El VAR anuló el lanzamiento de Julián Álvarez por rozar el balón con el pie izquierdo antes de chutar con el derecho».

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Mundo Deportivo tampoco compra la llorera atlética y de sus medios afines. Hablando de medios afines, nos hemos sorprendido de que Marca no abriese con un primer plano de Gil Marín y una ristra de quejas plañideras. Seguro que en la próxima barbacoa acuerdan cualquier otra cosa.

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Después, en rueda de prensa, el principal responsable de la eliminación del Atleti —después del Madrid, ved aquí las notas de Athos Dumas—, el Cholo, representó el papel por el cual le pagan tan bien. Antes ya había ofrecido su primera parte del show, la habitual celebración en el césped de la derrota. ADN atlético.

Como decimos, saltó ante los micrófonos para decir que levantara la mano quien hubiese visto que Julián tocaba la pelota dos veces. Mejor que levante la mano quien haya visto levantar una Champions al Atleti.

Lo patético es que Simeone se dirigía a la nada.

El entrenado del Atleti sabe que sus lloros serán convertidos en relato por la prensa, esa misma prensa que calló los cánticos de los nazis contra la memoria de los fallecidos Juanito y Javier Dorado durante el minuto de silencio en el Bernabéu por la muerte de este último, a cuyo recuerdo dedicó Jesús Bengoechea la excelente crónica de ayer. La misma prensa que hacía gracietas con la bochornosa pancarta de los nazis antes del partido de vuelta en la que se destacaban las iniciales de esos mismos cánticos inhumanos. Pero luego quien provoca es Vinícius por celebrar la victoria.

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Ante tanta felicidad en el lado correcto de la historia y tanta inmundicia en el opuesto, hay que estar loco para no ser del Madrid.

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Pasad un buen día.

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