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La Galerna

·14 gennaio 2025

No nos avergoncéis más

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Buenos días. La humillación del domingo fue absoluta, el ridículo perpetrado por el equipo y sus responsables, mayúsculo, y la decepción y el enfado de la afición, inabarcables. Con motivos, además. El desencanto de los seguidores está justificadísimo. A los méritos deportivos y extradeportivos del Barcelona hay que sumar la alfombra puesta por el Madrid, hecho que incrementa el enojo del hincha, que sigue sin entender por qué su equipo se empeña una y otra vez en no competir contra el rival tahúr de las trampas por antonomasia y, por tanto, lo revive una y otra vez en lugar de acabar con él cuando tiene la oportunidad.

El madridista no entiende la razón por la cual Ancelotti repite los mismos errores cíclicamente sin aprender nada de ellos. No entiende su inacción. No tiene ni idea de por qué infrautiliza los recursos disponibles. Por qué el Madrid está fundido y el Barça vuela. El aficionado no comprende por qué no se refuerza la plantilla o se utilizan jugadores de la cantera especialistas en una posición en lugar de colocar en ella a futbolistas fuera de sitio o de tiempo. No lo entiende porque nadie se lo explica. Solo sabe lo que ve por la tele, en redes sociales y lo que lee en una prensa que en su mayoría está regada por los enemigos del club.


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Esta situación propicia el caldo de cultivo ideal para la radicalización. A la exigencia de medidas correctoras, a la crítica y al enfado necesarios (muy, muy necesarios) le sigue una enmienda a la totalidad, con carácter retroactivo, de una parte no despreciable de la afición. No solo hay que despedir hasta al que echó el gotelé del cuarto de la limpieza del Bernabéu, sino que además todas las Champions, los demás títulos, las remontadas, poco menos que fueron una cuestión de suerte, sin proponer, sin dirección deportiva y a pesar de los dirigentes y técnicos. Que ganar prácticamente todo durante lustros es engañoso y opaca la realidad. Es decir, los mismos argumentos utilizados por el antimadridismo.

Es curioso que muchos de los que se han echado al monte hace cuatro días andaban haciendo genuflexiones a Florentino día sí, día también. Lo que antes era una gestión inmaculada en los económico, lo institucional y una labor admirable en el seguimiento y fichaje de potenciales estrellas con un altísimo porcentaje de éxito, de repente es un despropósito. Si no fuera porque afortunadamente es imposible, sería divertido comprobar cómo las medidas y fichajes propuestos por ellos habrían mejorado las seis Champions en diez años. Probablemente estarían derrochando alegría mientras celebraban la undécima en 2024.

La radicalización lleva a algunos a pasarse de la raya y a publicar comentarios que podrían ser constitutivos de delito. Hay medios para conocer la identidad de estos valientes y en La Galerna no dudaremos en tomar las medidas legales necesarias en caso de recibir comentarios de este tipo en el foro.

Es obvio que hay situaciones que urge corregir, que se han cometido errores de bulto y se han tomado decisiones equivocadas. Del mismo modo que es evidente la parte positiva, que por recato no es momento de recordar.

El hecho indiscutible de que este Madrid gane las guerras mundiales y sucumba en las batallas regionales provoca que no pocos prefieran la siempre satisfactoria recompensa a corto plazo al triunfo final (los golpes de dopamina son adictivos). Hay quienes afirman que prefieren una victoria contundente contra el club cliente de Negreira a ganar otra Copa de Europa. Cada uno tiene sus preferencias.

Nosotros no entendemos por qué hay que elegir entre apalizar al club más fraudulento de la historia y lograr Champions. Tampoco por qué para reclamar soluciones y mejoras es necesario prender fuego a la propia casa con todas las joyas dentro. Abogamos por una manera más inteligente y menos salvaje de tomar medidas.

Se exige al club un comportamiento más visceral, que abandone la moderación y actúe a golpe de impulsos. Se pide, en resumidas cuentas, una actitud y una forma de dirigir más propia de Laporta, sus cortes de manga y su nulo respeto por la ley. Y se demanda que se desista de los grandes objetivos a largo plazo para primar las victorias pequeñas a corto.

Una vez más, sobre gustos no hay nada escrito y cada cual es libre de preferir lo que quiera, pero nosotros no creemos que exigir mayor implicación y rendimiento al equipo cuando se enfrenta al Barcelona tenga que llevar aparejado pedir al club que abandone las grandes obras.

Porque sí es muy necesario derrotar también en el enfrentamiento directo, no solo en el general, al club más abyecto que se recuerda. Además de todas las tropelías ya cometidas —incluida comprarse al estamento arbitral sin consecuencias— y cuya simple enumeración excedería el espacio disponible para este portanálisis, la exhibición de mala educación y la ausencia de valores deportivos mostrada por sus miembros tras ¡la victoria, ojo! es repugnante.

Iñigo Martínez, en actitud chulesca y con las capacidades que lo caracterizan, corrió con la Supercopa hacia los aficionados blancos para mofarse de ellos. Raphinha rapiñó el maletín del médico del Real Madrid, seguramente para hacer méritos y redimirse ante Laporta después de haber dicho la verdad en rueda de prensa. Fermín insultó a los hinchas madridistas desde la banda. Y Lamine Yamal tapó el escudo de su camiseta a un niño mientras se fotografiaba con él. Todo esto será el triunfo de la Masía, ¿verdad?

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Pero el mal ejemplo es Vinícius.

Pasad un buen día. Y recordad que el Madrid siempre vuelve. Realmente, nunca se va.

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