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La Galerna

·27 de março de 2025

3-0: Un Madrid ausente, sin Champions y sin dirección

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El Arsenal FC derrotó con contundencia (3-0) al Real Madrid femenino en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones para dar un vuelco a la eliminatoria y frenar en seco el camino europeo de las blancas. Dos goles de una iluminada Alessia Russo y un tanto de Mariona Caldentey en un lapso de quince minutos destrozaron anímicamente a un Real desdibujado y lejos del nivel mostrado durante la semana previa.

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Hasta el medio tiempo de la tercera prueba de estrés consecutiva llegó la gasolina y la solidez mental del Real Madrid femenino: 225 minutos, sumando los 90 contra el Arsenal en el Di Stéfano y con el Barcelona en Montjuic, más los 45 iniciales en el Emirates. La mezcla letal de resistencia y efectividad que doblegó a dos de los mejores equipos de Europa, llegados a Londres, quedó reducida en un primer momento únicamente a resistencia, por lo que el plan del equipo de Alberto Toril condujo inexorablemente al desastre.


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Sacrificada en la ida la pieza de Melanie Leupolz, y con Teresa Abelleira fuera de combate en el momento crucial del año por culpa de las selecciones, al Madrid el aire empezó a faltarle bien pronto. Enfrente, el Arsenal saltó embravecido al césped del Emirates y elevó tanto la pulcritud de sus pases como la ejecución técnica de cada control para reducir sus pérdidas. El Real, gris como su equipación, corría tras el balón con las líneas prietas, asemejándose al niño pequeño que la pide sin suerte en mitad de la pachanga de adolescentes. El XI de Toril, cojo de su centrocampista extra, lo iba a fiar todo a cazar una contra para desbaratar el castillo de naipes inglés, pero los kilómetros acumulados —traducidos en pesadez mental— hicieron imposible encadenar tres buenas acciones técnicas.

El Real, gris como su equipación, corría tras el balón con las líneas prietas, asemejándose al niño pequeño que la pide sin suerte en mitad de la pachanga de adolescentes

Del lado londinense, además, entraron cuatro modificaciones con respecto a la ida para elevar el nivel de su equipo, todas decisivas a la postre: Daphne van Domselaar en portería, Frida Maanun como centrocampista extra —las de rojo ganaban una al tiempo que las blancas perdían otra— y Chloe Kelly y Caitlin Foord arriba, viendo recompensada su buena actuación en el tramo final en Madrid. Calidad, acierto y suerte aparte, ahí estuvo el partido y la eliminatoria. Mientras el Arsenal gestionaba con comodidad sus minutos con balón, el Real perdió una tras otra cada una de sus posesiones: no encontró lucidez en las combinaciones desde atrás y regaló un saco completo de bolas intentando salir por arriba.

La agónica primera parte, eso sí, concluyó sin que el Real Madrid viese reducida su ventaja, y cabe recordar que don fútbol, siempre magnánimo, brindó a las madridistas una primera bala de oro rebasado el minuto 40 como premio al esfuerzo defensivo: Angeldahl chutó duro entre varias piernas, pero esta vez sí que había portera bajo palos y ese momento determinante hizo que el camino quedase marcado. Resistir y golpear es el secreto de la Champions, mientras que perdonar es la sentencia de muerte. Bastaron treinta segundos tras la reanudación para comprobarlo, lo que tardó Foord en percutir con potencia hasta la frontal, Kelly en centrar y Alessia Russo en desmarcarse y rematar en el segundo palo.

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Aunque el Madrid había conseguido escalar hasta llegar a un campamento base que creía fuera de su alcance —y el mérito será valioso en el futuro—, el momento de la eliminatoria se asemejaba más al mundo real, donde no hay vidas extra ni próximas temporadas. Encaramadas con orgullo al borde de un precipicio demasiado alto, las futbolistas del Real entendieron de improviso que el oxígeno en la reserva no les daría para seguir subiendo ni para volver hacia atrás. Así que, mientras meditaban sobre la muerte dulce, el Arsenal repitió su movimiento exitoso por la derecha tres minutos después: centro de Kelly sin molestias desde la derecha y remate en el área, esta vez de Mariona Caldentey entrando sin marca en segunda oleada.

El Madrid ya no estaba, por lo que en retrospectiva cabe agradecer que tal actuación tuviese lugar sin estar vistiendo la casaca blanca sagrada. Tampoco había nadie en la banda. Hasta el 75’ no se movió el banquillo

El Madrid ya no estaba, por lo que en retrospectiva cabe agradecer que tal actuación tuviese lugar sin estar vistiendo la casaca blanca sagrada. Tampoco había nadie en la banda, porque el partido imploraba desde el descanso la entrada (quizás temeraria, quizás milagrosa) de Irune Dorado. Hasta el 75’ no se movió el banquillo, pero por entonces el botín de la ida y el sueño de las semifinales habían desaparecido. Empequeñecidas todas, la tosca y hasta ahora decepcionante en papel de estrella Alessia Russo acabó convertida en una delantera total. Anotó el definitivo tercer gol y mandó a la red otros dos balones que no subieron al marcador por centímetros.

A esas alturas, la noche en Londres era de todo menos seria dado el destrozo y el correcalles de los últimos minutos. Y aun así, en el 93, el Real Madrid pudo mandar a la prórroga un partido de 5-0: Linda Caicedo tuvo en sus botas el 3-1 del empate global frente a la portera holandesa. ¿Merecía acaso la actuación de las blancas ese giro de guion tan de la Champions? Lo cierto es que no. Los guantes de Daphne van Domselaar se mantuvieron firmes porque este Real femenino, que en días previos ha aprendido a soñar, todavía debe familiarizarse con los códigos del sanctasanctórum del fútbol: la Copa de Europa.

Getty Images

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