moiceleste.com
·25 de novembro de 2024
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Foto: Octavio Passos / Getty Images
El Celta firmó otra remontada más ante un Barcelona, agrandando la leyenda del equipo celeste cuando están los catalanes enfrente. Lo hizo peleando contra los elementos, en forma de viento que sopló con fuerza durante todo el día, y contra otro elemento vestido de amarillo, y de nombre Soto Grado.
Una vez más hemos asistido con impotencia al trato de favor que reciben los de siempre. El VAR ha corregido en cierto modo alguna injusticia, pero su alcance es limitado. A donde no puede llegar, por ejemplo, es a corregir errores arbitrales con las tarjetas amarillas. El de ayer fue flagrante. Gerard Martín vio una cartulina muy pronto, y al borde del descanso se le fue la mano con una entrada a Iago Aspas, que mereció la segunda amarilla. El VAR no puede revisar tarjetas amarillas, algo que quizás debería cambiar.
Fue una acción tan clara que Iago Aspas entró en cólera y hasta Hansi Flick se dio cuenta del peligro que suponía la presencia del canterano en el terreno de juego retirándolo tras el descanso. Soto Grado miró para otro lado, porque tenía muy claro quien era el Barcelona y quien el Celta. A los pocos minutos de la segunda parte una acción mucho más leve de Javi Rodríguez le costó la amarilla en una pugna con Dani Olmo.
En la primera mitad hubo otra acción polémica por un posible penalti a Iago Aspas, que las repeticiones convierten en un leve empujón. Una acción que revisó el VAR, que revista todas las acciones, pero en este tipo de jugadas con contactos leves no suele entrar, y hace bien. Del mismo modo que si fuese al revés, seguramente no quitaría la razón a Soto Grado porque contacto existe. También es muy probable que si la misma acción se produjese en el otro área la jugada acabaría en el punto de penalti.
Es muy difícil jugar contra este tipo de equipos. Primero porque la diferencia económica es importante, y la calidad de ambas plantillas no tiene nada que ver. Además siempre cuentan con el error humano, lo que convierte en una auténtica utopía lograr algo positivo. Por eso tiene más mérito lo que ha hecho el Celta ayer, que incluso se pudo llevar el partido de estar un poco más acertado de cara a puerta. Otra demostración del cambio radical que ha sufrido el equipo con Claudio Giráldez en el banquillo.