REVISTA PANENKA
·03 de dezembro de 2024
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·03 de dezembro de 2024
Supongamos que acabamos en una sala de congresos cualquiera, repleta de gente atenta al discurso de un gurú de la economía, de los de ahora; sobre criptomonedas o sobre cualquier otro negocio para hacernos ricos con un simple clic. Una vez allí, nuestro vendedor ambulante de la era digital pronunciaría la siguiente palabra: “renacido”. Lo más probable es que este mentor de las finanzas capte rápidamente nuestra atención y la de un público más bien joven con solo evocar la escena en la que una osa grizzly atacó a zarpazos al trampero Hugh Glass (Leonardo Di Caprio). A continuación, el business coach pondrá (me juego mi cabellera) al traficante de pieles como el paradigma de la superación personal y el emprendimiento. Bueno, puede que entre algunos adeptos del susodicho guía espiritual podamos contar con los más viejos del lugar o por qué no: cinéfilos que hubieran recordado que su vendedor de humos de cabecera en realidad estaba hablando de un personaje histórico ya inmortalizado en la mítica de Man in the Wilderness (1971), protagonizada por Richard Harris, quien sufrió lo suyo un año antes en A Man Called Horse (1970) y no dudaría en volver a pasar por lo mismo en 1976 con un The Return (el primer Albus Dumbledore y Marco Aurelio; el último emperador que merece ser laureado en la gran pantalla). Algún milenial, quizá, hubiera intervenido para matizar que era una adaptación de la obra The Revenant: A No Novel of Revenge (2002).
En cualquier caso, desde 2015 para esta parte, a todos nos resulta bastante difícil separar el término renacido de este filme de aventuras. Precisamente, Iván Molero, el mes de noviembre del extinto 2023, en el Diario As, habló del futbolista Eduardo Expósito Jaén como: “el renacido Edu Expósito”. Ciertamente, no podría encontrar voz más adecuada para clamar el buen rendimiento y las mejores sensaciones del citado profesional en el terreno de juego durante la pasada temporada, antes de su fatídica lesión. Sin embargo, el vocablo en cuestión me parece tanto o más acertado la presente campaña, casi un año después de su baja. Además, si la voz castellana ya es idónea de por sí para definir el final de la dramática situación que sufre todo deportista cuando logra escapar del Ursus arctos horribilis que le desgarra por dentro por no poder competir, en la situación de Expósito es más verosímil, ya que su apellido es un recordatorio de que un antepasado suyo tuvo un segundo renacer como expositus. En resumen, un recién nacido y sin bautizar que fue expuesto en público, confiado por sus verdaderos progenitores a un establecimiento benéfico por motivos de una complejidad histórica que escapa a nuestra visión contemporánea.
Diez meses después de romperse, Edu Expósito se volvió a sentar en el banquillo como un bebé cuidadosamente protegido con mantas, esperando su ocasión
En todo caso, sabíamos que la vuelta del centrocampista podía producirse a finales de la primera vuelta. Esperaba su turno el de Cubelles, viendo a sus compañeros heridos de gravedad, a las puertas del limbo, después de deambular como almas en pena por Montilivi. Las cámaras le enfocaron esa tarde-noche aciaga en la que el RCD Espanyol tuvo un porcentaje irrisorio de posesión y no logró enlazar más de dos pases seguidos. Pero más allá de las estadísticas y del resultado, Expósito y todos los que estábamos conectados esa jornada como visitantes nos sentimos abandonados y desamparados en el Estadio Municipal de una ciudad, la de Girona, que, eso sí: xala. Especialmente desprotegidos estuvieron los pericos gironins, en gran parte familias que nada tienen que ver con los ultras barceloneses de nuestra afición, ni con los radicales que están en cualquier hinchada. Suya fue la orfandad pública y mediática: despojados y privados de varios derechos fundamentales recogidos en cualquier constitución de un país democrático. Pienso, por ejemplo, en la Libertad de culto en la mayoría de edad o en el Derecho al juego en la infancia, en el que se contempla algo así como que los niños pueden disfrutar de “las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”. Pero, nada, El futbol català, La Liga EA Sports, ya saben, ha cambiado para bien.
Tras el desastre solo cabía pensar en el próximo encuentro, pero Edu, como el resto de sus compañeros, mostró verdaderas muestras de apoyo a Gorka, después de que el club se viera obligado a actuar empujado por la gran respuesta de los medios pericos y de las siempre fieles peñas Blanc-i-Blaves; y seguramente también les llegó que cerca de 300 aficionados protestaron ante el Consulado General de la República Popular de China. Así pues, en una semana en la que poco o nada se hablaba del choque ante el Real Club Celta de Vigo en casa, llegó la oportunidad vital y futbolística en forma de convocatoria para Edu Expósito. Se sentó en el banquillo el mediapunta o interior polivalente, ambidiestro, técnico y con gol, como un bebé cuidadosamente protegido con mantas, esperando su ocasión, la cual solo podía darse cuando Manolo se diera la vuelta hacia él con una tímida sonrisa y le indicara que saliera a calentar. Un jugador que, como cualquier otro profesional, debió pasar muchas noches en vela o soñando que el cartel electrónico volvería a marcar el dorsal número ’20’ con esas características letras verdes centelleantes. Pero pasaron los minutos y Expósito pronto se fundió con el resto, como un espectador más. Se impacientó, temiendo que los jugadores volvieran a pasearse por el césped como “caminantes blanquiazules”, tal y como los definió el redactor de deportes Roberto Rodríguez. Pero el sábado se produjo El retorno del rey de los bohemios, con Lozano y Smith perfectamente colocados como consejeros a lo Wolf Hall (gran novela, mejor miniserie). Desde luego, no he podido debatir con el periodista de La Vanguardia sobre la enorme influencia de Tolkien en la obra de George R.R. Martin, pero lo que está claro es que los juegos de cromos de Manolo funcionaron y tanto aquellos que creíamos muertos como los que se comportaron como no-muertos en la jornada anterior volvieron entre los vivos.
Arropado por el calor y la hospitalidad de un público entregado fue como Edu Expósito renació. No fue de forma individual, como él mismo habría esperado, sino colectivamente
El mismo entrenador y cuerpo técnico que creyeron oír cómo rodaban sus cabezas por los pasillos y las oficinas del club lograron lo que parecía imposible: una festividad bautismal. Manolo ofició de maestro de ceromias, de parroco, lo que quieran, pero todos sus feligreses vimos, Expósito y el resto de los expósitos los primeros, como los delanteros neonatos que aún no se habían bañado o purificado ritual y futbolísticamente, cada cual, según su credo, adoptarían el rito de la grada: el gol. Cardona, por un lado, se vistió de nuevo con la toga monegasca para reencontrarse con su otro yo, aquel joven velocista que corrió al lado de Mbappé; Cheddira, que andaba perdido de la Ceca a la Meca, halló el camino en el Gol Cornellà para luego orientar sus rezos hacia dicho lugar sagrado. Pero el bautismo simbólico también sirvió para perdonar todos los pecados del partido del Girona y de otras medias partes igual de deplorables, como personificó un Leandro Cabrera resucitado en el área rival, capaz de reconvertir su peligroso despeje desde el centro de la zaga en un certero disparo de delantero, el cual podría haber firmado el mismísimo Gerard Moreno. Y en medio de la euforia colectiva del sacramento, se pasó de los no-lugares que fueron los espacios del RCDE Stadium o Cornellà-El Prat en muchos momentos de la Era Chen en una suerte de Corneprat, convertido para el siempre en en auténtico lugar; un hogar, el bar del barrio, la casa del pueblo a la que todos anhelamos volver, donde en alguna ocasión resuena aquello de: ¡Manolo, Manolo, Manolo!
Y arropado por el calor y la hospitalidad de un público entregado fue como Edu Expósito renació. No fue de forma individual, como él mismo habría esperado, sino colectivamente. Lo sorprendente es que en pleno The Century of the Self, como rezaba el ya lejano documental de BBC Four y RDF Media, presenciemos la segunda comunión del año, después de la primera comunión veraniega que Expósito siguió desde la grada. Ahora terminaría, como el resto de los parroquianos con los que comparto filias y fobias con lo de Chen Go Home, pero me temo que Yansheng primero debería volver a Barcelona para luego coger su avión privado de vuelta. Celebremos, pues, la vuelta de Expósito y la patria potestad adquirida por Manolo. Hasta entonces deberemos recorrer las puertas de muchas casas de acogida si es que llegamos a nuestro particular número 17 del Carrer de les Ramelleres, en la Plaça de Vicenç Martorell de Barcelona, donde, deténganse, aún se conserva el torno de los huérfanos.
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Fotografía extraída de las redes sociales de Edu Expósito