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Revista La Liga

·13 de dezembro de 2024

Millonarios y Alberto Gamero: salir de Egipto

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Hay que buscar un segundo salto de calidad

Alberto Miguel Gamero Morillo le ha dado cosas buenas a Millonarios Fútbol Club. Tras ser campeón en 1988 como jugador, como director técnico ha estructurado un proceso sólido a lo largo de un lustro.

Gamero metió a Millonarios entre los ocho mejores de la liga en ocho campeonatos seguidos. Desde que se juegan los torneos cortos en Colombia, año 2002, el récord de los ‘embajadores’ estaba en cuatro clasificaciones seguidas. Eso evidencia que el entrenador samario ha propiciado un notorio salto de calidad en la historia reciente del club bogotano.


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Millonarios se ha convertido en un equipo estable, y ese es un avance muy positivo con respecto al pasado. El fruto de ese progreso ha sido la conquista de los tres títulos nacionales que puede ganar un equipo de primera división en este país: la Copa en 2022, la Liga en 2023-I y la Superliga en 2024.

Gamero se demoró dos años y medio en ganar su primera competición, y se le tuvo paciencia porque el equipo jugaba muy bien y se creía que, con ese juego, ya llegaría el momento de celebrar. En el fondo, la esperanza era que cuando Millonarios ganara su primer título aprovecharía la solidez del proceso para construir una seguidilla de trofeos en Colombia y para ser altamente competitivo en el contexto internacional. Pero no fue así.

El famoso proceso del ‘Tito’ Gamero se ha estancado, y la temporada 2024 es una evidencia irrefutable de ello. Por eso creo que es hora de apuntarle a un segundo salto de calidad que complemente el que ya se dio con el técnico actual, y para este nuevo salto de calidad el técnico actual debe irse.

Es una buena persona y un buen entrenador. Pero ha mostrado poca capacidad de lograr resultados en las instancias definitivas, donde no se necesita regularidad sino oportunismo y jerarquía para triunfar en el momento decisivo. La muestra de ello es que, con un proceso tan «bueno», solo tiene tres títulos en cinco años.

Los defensores de Gamero miran la desolación del pasado y sienten que el equipo ahora está bien. Claramente ha habido una mejoría, y Gamero es parte de ella, pero no es que los ‘embajadores’ ya estén en el punto al que deben aspirar para honrar su historia y su hinchada.

En 2011 el Club Deportivo Los Millonarios, que estaba en ruinas, quedó en el pasado. La institución azul se reestructuró como una sociedad anónima bajo el nombre Azul y Blanco Millonarios Fútbol Club, una sociedad anónima fundada con el capital de más de cuatro mil socios. Cuatro años después, en un proceso de capitalización, Blas de Leso Inversiones, la empresa que representa a Amber Capital en Colombia, se convirtió en el accionista mayoritario.

La época del arroz con huevo pasó hace mucho tiempo; el club ya no está en crisis. Por el contrario, está en una situación administrativa y deportiva sólida, que debe verse como una plataforma desde la cual apuntarle a retomar las épocas de mayor grandeza.

Es por eso que ser un equipo estable y regular, que clasifica continuamente a las instancias definitivas, es insuficiente si solo gana dichas instancias de forma esporádica. Los títulos deben ser más frecuentes de lo que han sido con Gamero.

Parte del problema es que el proceso de este técnico se volvió más importante que sus resultados, a tal punto que proteger su continuidad parece el objetivo. En realidad, el proceso no es el fin, es el medio para llegar al fin, y ese fin debe ser levantar trofeos nacionales y competir bien internacionalmente.

Lo ilustro con una historia bíblica. El naciente pueblo de Israel estaba en medio de la hambruna cuando llegó a Egipto. Bajo el liderazgo de José, pudo radicarse allí para vivir con estabilidad, con comida y techo, pero bajo la esclavitud. Trabajar para el faraón en vez de morir de inanición fue un salto de calidad.

Pero 400 años después apareció Moisés para darle a los israelitas un segundo salto de calidad: ser libres. Para disfrutar de la libertad debieron salir de Egipto, desprendiéndose de ciertas comodidades que tenían allá, y atravesar el desierto para ir a la Tierra Prometida y conquistarla.

La Tierra Prometida de Millonarios debería ser la grandeza de ganar títulos frecuentemente. Pero debe salir de la comodidad de su Egipto, reconfortándose con cosas como entrar a los ocho, y ser ambicioso para conquistar trofeos. Creo que eso implica también cambiar al líder del proceso; no es la época de un José sino de un Moisés.

Eso no es menospreciar o desagradecer lo hecho por Gamero. Es entender que lo más probable es que el técnico que sirvió para dar un primer salto de calidad no será capaz de dar el segundo. Su dirección en el partido definitivo contra Deportivo Pasto, que significó la más reciente eliminación de Millonarios, es una de las muchas muestras de ello.

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