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·21 de janeiro de 2025

Rosita Herreros: una especialista en ascensos

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“Perdí a mi tío, mi hermano tuvo un hijo, mi perro enfermó y quería estar cerca de mi madre, que lo estaba pasando mal. Entendí que había llegado el momento de volver a casa”. Tras una década entre Finlandia, Italia y Suecia, Rosita Herreros, ‘Rous’ o simplemente Rosa, una de las futbolistas españolas más internacionales, ha regresado a su Mallorca natal. “Txema Expósito me explicó su proyecto en el Balears FC y noté mariposillas en el estómago. Con Txema somos viejos amigos porque coincidimos en el Collerense, y después de diez años fuera ascendiendo a equipos en Finlandia y Suecia pensé: ‘¿Y por qué no en casa?’. Me hizo recordar la suerte que tuvimos de tener al Collerense en Primera y lo vi como una oportunidad de aportar mi experiencia para intentar volver a tener algo así en la isla”.

En 2009, Rosita debutó con 16 años en la Superliga femenina con la camiseta del Collerense, actualmente en Tercera Federación. Aquel era un fútbol femenino muy distinto al actual: sin televisión, sin apenas seguimiento y sin referentes: “Yo lo único que conocía era el Collerense. Recuerdo que Cristina Hidalgo, que en aquella época jugaba en el equipo, trabajaba en el Carrefour moviéndose por el supermercado en patines, y mi madre me decía ‘mira, esa chica juega a fútbol’. O Pili Espadas, que trabajaba con mi madre en un cátering. Pero era gente del barrio que tenía un empleo normal y corriente y además jugaba al fútbol. Hasta que no empecé a viajar a la península con el Collerense no fuí consciente de lo que había fuera, como cuando debuté contra el RCD Espanyol de Vero Boquete”.


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“Yo en aquella época no cobraba en el Collerense, y aquel tipo me estaba hablando de un contrato, alojamiento, comida, un sueldo… Como además tenía la posibilidad de acabar mis estudios en Finlandia, acepté”

Tras cinco temporadas en el equipo de Es Coll d’en Rabassa, la carrera de Rosa dio un giro radical de forma inesperada: “Estaba estudiando un Grado Superior de Técnico en Actividades Físico-Deportivas y fuimos a Alemania para unas jornadas junto a otros centros educativos europeos. Un día, por pasar el rato, organizamos un partido de fútbol sala y se sumó un señor finlandés que decía haber sido profesional en su país. Nos lo tomamos un poco a coña, pero dije ‘pasadme la pelota, que voy a tirar cuatros caños, a ver si me ficha’. Al final del partido se sorprendió por lo bien que jugaba, le conté que estaba en un equipo de Primera División en mi país y él me preguntó si estaría interesada en jugar en Finlandia porque justamente el equipo de su ciudad acababa de ascender a la máxima categoría. Yo en aquella época no cobraba en el Collerense, y aquel tipo me estaba hablando de un contrato, alojamiento, comida, un sueldo… La cosa se quedó ahí y, sinceramente, pensaba que nunca más sabría de él, pero en Navidad se puso en contacto conmigo y vi que la cosa iba en serio. Como además tenía la posibilidad de acabar mis estudios en Finlandia, acepté”.

Así fue como Rosa aterrizó en Kokkola, una ciudad de 40.000 habitantes ubicada en la provincia de Finlandia Occidental. Un año después, el Cuneo de la Serie A italiana llamó a su puerta, pero aquella experiencia casi la aleja del fútbol para siempre: “Era una Serie A en la que no estaban los grandes equipos de ahora, como la Juventus, el Milan, el Inter, la Roma o la Fiorentina. Parecía que aquel iba ser un cambio a mejor, con una cultura más parecida a la española, pero fue al contrario. Cuneo está en el Piemonte, y es muy frío y clasista. ¡Si nevó más allí que en Finlandia! Yo venía de una cultura muy amigable y me encontré algo mucho más cañero y entrenadores de la vieja escuela. Perdí la pasión por el fútbol. Fue traumatizante. Regresé a Mallorca, estuve un par de meses trabajando en un Calzedonia y cuando ya estaba a punto de irme a Menorca para trabajar en un hotel me llamaron del Merilappi, un equipo finlandés cerca de la frontera con Suecia en el que jugó Charlyn Corral antes de firmar por el Levante. Mi madre fue la que me convenció para que volviera a intentarlo. Me dijo ‘hija, estoy encantada de que estés en casa, pero no puedes dejar el fútbol por una mala experiencia. Tienes que ser cuando tú lo decidas’. Y me volví a marchar”.

“Cuando pisé las oficinas del Umeå aluciné. Aquello parecía un museo dedicado a Marta. Fotografías, recortes de prensa, revistas… Habían pasado trece años desde su marcha, pero todavía la recordaban”

Tras su paso por el Merilappi, Rosa regresó al Kokkola F10, su primer equipo en Finlandia, para tratar de ayudarlo a volver a Primera, pero acabó consiguiendo ese objetivo con su gran rival, el GBK: “Tenía una buena oferta de Noruega, pero me convencieron para volver aprovechándose de que soy una persona que se guía mucho por el corazón y guardaba un buen recuerdo de mi primera experiencia con ellos. Luego no cumplieron con lo prometido y, pese a que era un poco como pasar del Real Madrid al Barça, cuando el otro equipo de la ciudad me quiso fichar di el paso. Al final ascendí con el GBK y me eligieron mejor jugadora de la liga”. Y, gracias a su empleo en una panadería, aprendió finlandés: “Me ofrecieron ese trabajo para completar mi salario como futbolista y poder sobrevivir, pero la mujer que trabajaba conmigo no hablaba nada de inglés. Ni una palabra. Yo sonreía e intentaba comunicarme como podía con gestos, pero ella se irritaba porque no nos entendíamos. Hasta que decidí aprender cada semana una palabra de uso habitual en la panadería. Al final dominé el idioma y acabamos siendo como madre e hija. El finlandés es muy complicado y no lo hablo perfectamente, pero entiendo cualquier conversación y me hago entender”.

Rosa siguió un año más en el GBK hasta su fichaje por el Åland United, con el que conquistó liga y copa consolidándose como una de las mejores asistentes de la primera división finlandesa. En 2021, el técnico de aquel equipo, Samuel Fagerholm, se marchó al Umeå para tratar de conducir al mítico conjunto sueco a Primera División, y se llevó con él a su clarividente centrocampista mallorquina. Rosita Herreros llegaba a un bicampeón de Europa en apuros en el que años atrás había despegado la carrera en Europa de la brasileña Marta, elegida seis veces mejor jugadora del planeta: “Cuando pisé las oficinas del Umeå aluciné. Aquello parecía un museo dedicado a Marta. Fotografías, recortes de prensa, revistas… Marta por aquí, Marta por allí… Habían pasado trece años desde su marcha, pero todavía la recordaban. Hasta la señora que me llevó al edificio en el que iba a residir me dijo que allí había vivido Marta. ‘Pues ahora vive Rosita’, le respondí”. Tras aprender sueco y apuntarse otro ascenso, Rosa continuó su carrera en el país escandinavo y siguió ejerciendo de sherpa, ayudando a otros conjuntos a escalar hasta la cima a través de su fútbol. Subió otra vez con el Uppsala, jugó en la máxima categoría con el Växjö y terminó su andadura en el Eskilstuna United antes de volver a casa por Navidad, como El Almendro. Y esta vez para quedarse, aportando de paso su condición de especialista en ascensos para intentar devolverle el fútbol femenino de élite a Mallorca. No hay mejor compañera para ese viaje, pensaron en el Balears FC, aunque aquí no nieve.


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Fotografía cedida por el Balears FC.

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