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·19 décembre 2024

El mundo a sus pies

Image de l'article :El mundo a sus pies

El Madrid alza la Intercontinental sin despeinarse con dos golazos de Mbappé y Rodrygo y otro de Vinicius, de nuevo el despertador blanco. Ancelotti, técnico récord.

La Supercopa europea y la Intercontinental vienen a ser las colas del cometa, el doble bono, relativamente sencillo de cobrar, que deja la conquista de la Champions: un solo partido que da un título normalmente ante un rival uno o varios escalones inferior. El Madrid no dejó escapar ese regalo extra ante el Pachuca. El partido solo pareció tener gato encerrado en el primer cuarto de hora. Después lo adormiló un Madrid por debajo del umbral del trantrán hasta que lo decidió el trío Bellingham-Vinicius-Mbappé, por orden de aparición.


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Un supergol que tuvo continuidad con otro de la misma estatura de Rodrygo, este como solista. La prueba definitiva de que los futbolistas habían estado muy por encima del fútbol, porque los tantos fueron dignos de una final y el juego, no tanto. En el recuento del botín se encontró Ancelotti con su decimoquinto título, cima a la que nadie ha llegado en el club; Modric, con el vigésimo octavo; Mbappé, con su primera Intercontinental (novena de los blancos), y el Madrid con su segunda copa del curso. Sin duda, las que estaban más a mano.

El primer Pachuca supo disimular que entre Europa y Norteamérica sigue habiendo un inmenso océano. Intentó una autoprotección valiente, agresiva, con una presión entre moderada y severa y una defensa adelantada de riesgo, porque era una cita casi a ciegas entre una delantera de vértigo y unos centrales diésel. Nada de la trinchera esperada, consciente de que encerrarse era empezar a perder. En diez minutos obligó a dos paradas de Courtois, a tiros de Luis Rodríguez e Idrissi, y a una salida a los pies de Bautista. Luego se supo que fue el canto del cisne.

El Madrid fue cooperador necesario en ese lucimiento inicial de los mexicanos con una puesta en escena falta de ‘eneryía’ y llena de imprecisiones, un equipo convertido en arma de distracción masiva. Ancelotti había puesto prácticamente lo que hay, un once mucho mejor armado en ataque que en defensa, porque conviene recordar que en el Madrid está fuera de servicio al completo la defensa titular planeada el verano de hace año y medio (Carvajal, Militao, Alaba, Mendy). No sirve de atenuante en un equipo obligado a ganar en la salud y en la enfermedad.

Un gol galáctico

Probablemente la velocidad es la frontera entre el primer mundo y los demás en el fútbol. A paso de procesión las diferencias se vuelven inapreciables y eso sucedió en el comienzo. El Madrid de servicios mínimos pareció pretender que fuera el tiempo y no él quien completara el trabajo. Del aburrido trasteo intentaba escapar esporádicamente Vinicius, futbolista pendular que alterna la filigrana y la enajenación. Un autopase, un esprint, un amago… Muy poca cosa.

Cierto es que pasado el primer cuarto de hora el Pachuca ya no pudo mantener el control como al principio, pero esa frialdad del partido y, sobre todo, de su rival le convenían. La cuestión era que la noche se le hiciera larga, pesada y antipática al campeón de Europa. Vista la intensidad del choque y el escenario, Qatar, una de las últimas salas de exposición del fútbol mundial, quedaba la impresión de que se jugaba un bien pagado bolo agosteño y no un título con escarapela FIFA.

Se da por descontado que las finales son poco poéticas, pero la pachorra con que se jugaba esta resultaba un hecho insólito. Resultó una pista falsa. El Madrid no dormía (o sí), sino que esperaba la confianza fatal de su presa, que caería de un solo disparo. Cerca del descanso lo recibió. Toda la galaxia se le vino encima al Pachuca en una sola jugada. Fue un gol de tres tenores con muy distinto grado de participación: bueno el pase de Bellingham a Vinicius, magnífica la irrupción de este para escapar de la defensa, sentar al meta mexicano y regalarle a Mbappé un gol que podía haber marcado él. Una acción solidaria para ayudar a levantarse al más desfavorecido, que eso es, increíblemente, el francés en este Madrid. Después llegaron cinco minutos más de chaparrón blanco y, de nuevo, hasta el descanso, el pelmazo del principio.

Un final cuesta abajo

El Pachuca supo que ese primer gol le había liquidado. El segundo, a vuelta de vestuario, se lo confirmó. Un tanto que estuvo a la altura del anterior: arranque de Rodrygo, parada en seco, cambio de pie y remate colocado con el interior junto al palo. El VAR quiso buscarle tres pies al gato con una posible interferencia de Bellingham, que estaba en posición ilegal, pero lo cierto es que el inglés no cegaba a Moreno. Así lo vio el árbitro en directo y en diferido, frente a la pantalla.

El partido se dio por acabado para todos, también para Ancelotti, en cuya cabeza empezó a estar en el Sevilla. Quitó a Mbappé, que no había estado ni bien ni mal, porque no convenía tentar a la suerte una vez cumplida la misión. También se marchó Camavinga, otro que anda en posconvalecencia, y llegó al partido Modric, que demostró hambre de final, ese que le ha permitido llegar hasta aquí con 39 años.

La pérdida de tensión fue apreciable. Sin asustar, el Pachuca encadenó dos ocasiones de pronóstico reservado, la primera de ellas bien resuelta por Courtois, que está incluso cuando apenas se le necesita.

El final fue más vistoso que el principio, aunque ya sin emoción ni incertidumbre. El Madrid fue coleccionando ocasiones y hasta encontró un penalti, tan justo como evitable, de Idrissi a Lucas Vázquez. Fue justo que lo tirara Vinicius y también que lo marcara. Él puso la primera piedra de esta final y la última. De Qatar se trae el The Best, el gol y la copa, un viaje bien aprovechado para el jugador FIFA del año.

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